72

266 53 84
                                    

—¿Puedo irme?

—No.

—¿Puedo comer helado?

—No.

—¿Entonces qué puedo hacer? —Yukhei se cruzó de brazos.

—Sentarte y callarte. —Yangyang señaló la silla que le correspondía a Yukhei y él suspiró, sentándose.

Estaban haciendo el inventario de la semana, Yukhei técnicamente podía irse, porque no era necesario que estuviera ahí, Yangyang y Kunhang podían hacerlo solos, pero Yangyang se había ensañado con él y no lo dejaba ser como antes.

Ya no podía ponerse a hacer nada en horas laborales, porque tenía a Yangyang encima sin dejarlo respirar.

Kunhang se divertía con ello, Yangyang le parecía el doble de atractivo cuando fruncía el ceño y miraba a Yukhei a través de las pestañas como si quisiera matarlo.

En los últimos días, las ganas que tenía de besarlo eran demenciales, creía que en cualquier momento iba a explotar y besarlo, o solamente explotar.

Y tampoco ayudaba el que Yangyang le viera los labios cuando hablaba, también veía sus ojos, pero entonces bajaba la mirada a sus labios y Kunhang quería gritar y sólo... Besarlo.

No podía hacer eso, porque Yangyang había dicho que no podía hacerlo hasta que aclarara lo que sentía por él y estaba a medio camino.

Hace unas horas, antes de cerrar y hacer inventario, una de las últimas clientas le sonrió a Yangyang, le extendió su número de teléfono escrito en una servilleta y le dijo que definitivamente volvería a comprar ahí pronto, cosa que hizo que algo dentro de Kunhang comenzara a hervir.

Quiso excusarse consigo mismo, decir que fue porque la chica no le coqueteó a él, pero no le interesaba en lo absoluto y se dio cuenta de que estaba imposiblemente celoso.

Lo único que consiguió que el monstruo de los celos se dispersara, fue que Yangyang ni siquiera leyó el número, limpió el mostrador con la servilleta y luego la tiró a la basura. Sólo entonces se calmó, aunque sabía perfectamente que a Yangyang no le interesaban las chicas, no podía evitar querer que todas se alejaran de él.

Y no podía, no podía marcar territorio o algo así, porque Yangyang no era su novio y porque sería increíblemente tonto.

Sacó el contenedor de helado de vainilla del mostrador, lo puso sobre el vidrio y le mostró a Yangyang cuánto quedaba, él chasqueó la lengua.

Yukhei estaba haciendo ruido en el mostrador, tamborileando los dedos sobre la superficie con impaciencia.

—Le hablaré al distribuidor en la noche —anunció, escribiendo el tipo de helado que faltaba en una tablilla de madera—. Vendrá mañana a dejar la carga de la semana pasada, espero que pueda traer vainilla también.

Kunhang no dijo nada, volvió a meter el contenedor de helado al refrigerador y sacó el siguiente.

Era helado de fresas con crema, Yangyang le echó un vistazo y luego asintió.

Yukhei seguía moviendo los dedos, más insistentemente esta vez. Kunhang temió por la vida de su primo, porque a Yangyang no le gustaban esa clase de ruidos.

Aunque también le parecía extremadamente lindo frunciendo las cejas y apretando los dientes, tenía más ganas de besarlo viéndolo así y se le estaba haciendo difícil soportarlo.

—Está bien. —Le hizo una seña a Kunhang con el bolígrafo para que regresara el contenedor—. Creo que esta vez sólo nos falta vainilla.

Cuando Yukhei tamborileó más fuerte sus dedos esta vez, Yangyang dejó de golpe la tablilla de madera en el mostrador y miró a Yukhei por debajo de las pestañas de una forma que hizo que a ambos les temblaran las piernas.

Candy ⇢ HenYangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora