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El verano había finalizado hace poco, de hecho, oficialmente había finalizado el martes anterior y el otoño estaba apunto de dejarse caer sobre las calles de Beijing.

Y con la llegada del otoño, llegaba el cumpleaños de Kunhang.

Su padre tenía la idea de que absolutamente todos los cumpleaños de todas las personas que conocía eran importantes, razón por la cual jamás dejó de mandarle tarjetas a su madre cada vez que ella se hacía más vieja, aún cuando estuvieran divorciados.

Por esa misma razón, había un enorme calendario en la sala de “sólo personal” en donde se anotaban todos los cumpleaños de cada mes, de quién fuera, porque su padre incluso le mandaba tarjetas de felicitación a los proveedores de helado y de los barquillos de galleta. Incluso la hoja que llenaban todos los que quisieran solicitar empleo decía “Fecha de nacimiento”, aún si no había una edad límite para solicitarlo.

Yangyang se había entristecido mucho cuando Kunhang recién entró a trabajar, porque comenzó en invierno y su cumpleaños ya había pasado, así que no pudo utilizarlo de excusa para disculparse y tratar de ser amigos.

Aunque no habría funcionado, porque al año siguiente no pudo regalarle nada más aparte de la tarjeta de cumpleaños obligatoria que su padre les hacía entregar y se sintió mal, porque cuando tocó su cumpleaños, Kunhang le regaló una pulsera, que probablemente había comprado en algún bazar de camino al trabajo, pero que era más que sólo la tarjeta.

Este año, el cumpleaños de Kunhang sería el lunes y, aunque tenían que trabajar, Yangyang estaba comiéndose la cabeza para averigüar qué regalarle, considerando que faltaban cuatro días para que fuera veintiocho de septiembre.

—Tal vez un peluche, —sugirió Minghao a través de la pantalla, encogiéndose de hombros y haciendo una mueca con los labios fruncidos. —dijiste que le gustaban.

—Sí, pero no creo que sea lo suficientemente bueno. —Soltó un suspiró, al mismo tiempo en que se daba impulso con la esquina de su escritorio para dar una vuelta sobre la silla giratoria.

—¿... Qué tal una camiseta? —Yangyang estaba de espaldas a su laptop, así que no pudo ver qué cara puso su hermano cuando le dio aquella sugerencia. —Podría decir, no sé, ¿amo el Stony?

—No compraré algo así. —Se dio la vuelta bruscamente sobre la silla, de tal forma que casi dio otra vuelta completa al tratar de mirar de frente a Minghao. —Además de raro, me niego a hacer propaganda Stony. Este hogar es Starker.

—Pero no vas a comprarle algo de una shipp que no le gusta. —Aseguró Minghao rodando los ojos y recargando su barbilla sobre sus dos manos. —Oye, es como la sexta opción que te doy y que le encuentras pero, ¿por qué no le preguntas a Tatta?

—La última vez, él quería que usara una camiseta de rejillas para ir a una cita amistosa. —Minghao soltó una carcajada del otro lado de la pantalla, Yangyang rodó los ojos y se dio otra vuelta sobre la silla, todavía escuchando su risa. —Además, ¿qué sabe él sobre Kunhang?

—Nada, —Yangyang hizo un sonido de “ajá” con la garganta, Minghao resopló y su imagen en la videollamada se retrasó cinco segundos en comparación al audio. —pero puede arreglárselas para preguntarle, ya lo conoces.

—No lo mandaré a preguntar a él, sería obvio, ya lo conoce.

—Bien. —Minghao salió de cuadro un segundo, Yangyang estiró el cuello para buscarlo, como si pudiera sacar la cabeza a través de la pantalla. Entonces, su hermano reapareció, con una mochilla en el hombro. —Iré yo.

Candy ⇢ HenYangWhere stories live. Discover now