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No sabía qué hacer.

Y cuando no sabía qué hacer, la cagaba, era experto en ello.

Le daba algo así como... Pánico, ya le había pasado muchas veces con anterioridad. Cuando iba al colegio primario, le había gustado un niño súper lindo, era mayor, le había ayudado a atarse las agujetas durante el primer día de clases y había quedado encantado con él.

Pero este niño pues... No volvió a hablarle, y no lo culpa, porque después de recibir su ayuda, lo trató muy mal, le dijo que no necesitaba su ayuda y entonces este niño se fue y cada que se encontraban fingía no verlo.

Desde entonces, supo que lo perseguiría una maldición en el amor.

Y no se equivocaba.

—¿Puedes quitar tus asquerosas manos de mi espalda? —Kunhang rodó los ojos, pero le hizo caso. Yangyang en realidad no quería que dejara de tocarlo, sólo... Joder, lo ponía muy nervioso.

Kunhang le gustaba, le gustaba muchísimo. Desde la primera vez que lo vió, su corazón nunca volvió a latir al mismo ritmo y el día que su padre los presentó deseó no arruinar nada, así que decidió no hablarle.

Si no le hablaba, no podría arruinarlo, ¿verdad? Era una lógica que tenía sentido, pero Kunhang no se había rendido con hacerlo hablar y Yangyang, finalmente, había arruinado todo. Siempre arruinaba todo, además, Kunhang estaba empeñado en ligar con las clientas y bueno, estaba bien, ¿no? Yangyang no tenía oportunidad.

Ahuyentaba a todo el que le gustaba, desde aquél niño tres años mayor en la primaria, hasta Kunhang, el chico que actualmente le gustaba y que pensaba que lo odiaba, cuando eso distaba mucho de ser la realidad.

Lo estúpido de su situación era que absolutamente todos sabían que le gustaba Kunhang, ¡menos Kunhang! Y entonces, después de la millonésima vez que Kunhang le decía a Dejun que él odiaba a todo el mundo, decidió proponerle una apuesta. Sabía que Kunhang iba a ganar, era precioso, por Dios, ¿quién no aceptaría salir con él? Por eso ofreció la apuesta y una vez que ganara, le diría que estaba enamorado de él. Y eso sería todo.

Quizás, si decía lo que realmente sentía al menos una vez, la maldición se iría y próximamente podría conseguir a alguien. Le habría gustado que fuera Kunhang, pero no se podía conseguir todo en la vida.

—Kunhang ha estado todo el día chateando con Shuhua en sus ratos libres. —Yangyang bufó, estaba recogiendo sus cosas en la sala de sólo personal, Kunhang estaba terminando de limpiar el mostrador y Yukhei acomodaba las sillas en filas.

—¿Sigues aquí? —Yuqi se rió ante su pregunta, ella sabía que su personalidad era fingida. En realidad, ella y Yukhei, ¿por qué diablos Kunhang no notaba que no era así de antipático, pero todos los demás sí?

—Sí, —la chica se sentó frente a él, fingiendo una actitud despreocupada de una forma tan obvia que Yangyang rodó los ojos. —y si tienes algo que decirle, debería ser ya, porque se ve ilusionado.

Sintió como si un elefante le cayera sobre el pecho y de repente le faltó el aire.

Hace unos días, Kunhang había sido sincero con Yuqi, le había dicho que tenía miedo del amor y que deseaba poder controlar todo y... Yangyang se sentía exactamente igual.

Su corazón se había sentido tan... Cálido. Cuando lo escuchó, sintió que le gustaba incluso más de lo que jamás creyó que podría gustarle alguien y no pudo con eso y tuvo que huir, siempre huía, sino, podría ocasionar una catástrofe. Podría haberse declarado en ese mismo instante y eso habría sido realmente malo.

Estaba bien que Kunhang se ilusionara, al menos uno de los dos dejaría de temerle al amor, al menos uno de los dos haría algo y por fin tendría pareja, se veía que quería una y eso estaba bien. De todas formas, Yangyang qué podría hacer, no era Ten como para lanzarse y declararse como si fuera poca cosa y tampoco como Sicheng, como para atreverse a besarlo y que fuera lo que Dios quiera.

Lo máximo que haría, sería decirle lo que sentía y seguir con su vida. No iba a morirse por ser rechazado, se sentiría como tal, pero no se moriría realmente.

—Está bien. —Yuqi hizo un ruidito indignado y Yangyang azotó su mochila contra la silla, asustándola. —Mira, no sé qué pretendas, pero no, ¿okay? No, no voy a decírselo, al menos no ahora y no puedes obligarme a hacerlo.

—... Pero ¿sí lo harás? —El rostro de ella, evidentemente, se relajó mucho, hace unos momentos parecía un león y ahora parecía un pequeño gatito. Yangyang volvió a colgarse la mochila de un hombro y suspiró. —Se nota que lo quieres desde hace un tiempo y, sé que da miedo, pero deberías decírselo.

—¿Él merece saberlo? —Preguntó, con tono irónico, Yukhei entró justamente cuando hacía esa pregunta y los miró, mientras de fondo se escuchaba a Kunhang apagando todas las luces. —No sería la primera vez que alguien me dice eso.

Miró significativamente a Yukhei al decir eso y él sonrió, Yuqi, sin embargo, negó.

—Nop, —Kunhang entró entonces y los miró, curioso de que todos estuvieran reunidos, Yuqi tomó su bolsa y le sonrió a Yangyang. —tú mereces decírselo, porque mereces desahogarte.

Entonces salió, Yukhei asintió efusivamente, haciéndole pulgar arriba y saliendo detrás de ella, Kunhang lo miró, queriendo preguntarle a qué se refería su amiga, pero al final se quedó callado y también salió.

Yangyang tomó sus cosas para proceder a cerrar la heladería.

ii/iv.

Candy ⇢ HenYangWhere stories live. Discover now