Ash y Sky, dos reconocidas estrellas de cine, están en medio de un proceso de divorcio.
El desgaste, la distancia, la falta de comunicación y la sospecha de una posible infidelidad, han llevado a Sky a concluir el por qué del desenamoramiento de su...
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Tristan conoce a Sky
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Observé una y otra vez hacia mi reloj notando que íbamos retrasados a la reunión con Jordano, el director con el que filmaría mi próxima película. No me gustaba ser impuntual, mucho menos con temas de trabajo, así que ver esos tres minutos de tardanza me estaban generando ansiedad.
No había alcanzado a cambiarme después del gimnasio, así que tendría que presentarme con mi ropa deportiva, lo cual volvía todo aún más informal. Y lo que me tenía con un tic en el ojo era ver el atasco en el que nos encontrábamos...
—Relájate, vamos a llegar a tiempo. Un poco tarde, pero a tiempo —dijo Dylan desde el asiento delantero.
Respiré hondo, bajando la ventanilla.
—¿Cómo dijiste que se llamaba la actriz? —pregunté.
—Sky Mitchell —contestó. —. Me sorprende que no la conozcas.
—Mmm...
—Está casada con Ash Lowell, el actor con el que estuviste nominado a mejor actor el año pasado.
—Tampoco lo conozco.
—Enserio eres todo un caso, señor cavernícola.
—Ya.
Volví mi mirada hacia la ventanilla, divisando por fin el edificio en donde se encontraba la oficina de Jordano.
Me sentí aliviado de que cruzáramos hacia el estacionamiento y fui el primero en bajarme del vehículo para subir a la reunión. Estaban esperando mi llegada, así que rápidamente abrieron la puerta para mí.
—Al fin llegas, Tristan —Jordano anunció mi presencia y la mirada de todos se centró en mí. —. Él será tu futuro esposo —añadió, bromeando con la mujer a su lado.
Ella posó su mirada en mí, observándome con detenimiento.
—Tristan, te presento a Sky Mitchell —dijo, apuntándola.
Detallé su rostro por debajo de mí, ya que nuestra diferencia de altura saltaba a la vista. Me acerqué en su dirección para saludarla, mientras ella se ponía de pie y sonreía gentilmente.
Tenía ojos enormes, pestañas largas y la curva en sus labios dibujaba dos hoyuelos perfectos en sus mejillas.
Acerqué mi mano hacia la suya, para estrecharla entre mis dedos y ella correspondió al gesto, uniéndose a mí. Llevaba consigo su anillo de matrimonio y la suavidad de su piel fue lo primero que percibí al rozar su piel.
Una electrizante sensación recorrió mi cuerpo y me alejé por inercia.
—Un gusto —murmuré.
—El gusto es mío —contestó, y así... tan cerca de mí, pude apreciarla un poco más.
Tomé asiento junto a ella y me quité las gafas, dejándolas en el borde del cuello de mi sudadera. Volví mi mirada hacia Jordano quien nos reparó a ambos con una sonrisa llena de satisfacción en sus labios.
