Capítulo cuarenta y cinco

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Las luces, la música, incluso el atuendo de los invitados eran con temática de Star Wars

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Las luces, la música, incluso el atuendo de los invitados eran con temática de Star Wars. Y Tristan, quien en un principio no estaba entusiasmado con la idea de que celebraran su cumpleaños, ahora bebía su cuarto vaso de whisky, mientras reía y compartía junto a todos los invitados. 

—Esta versión sociable de él, es realmente encantadora —dijo Irene, luciendo los moños a los costados de su cabeza y la túnica larga. 

Tristan llevaba puesto un traje oscuro que se ajustaba perfectamente a sus músculos resaltando la cintura estrecha y los hombros anchos. Incluso la capa lo hacía ver aún más imponente. No sé si era el alcohol lo que me había hecho desarrollar algún tipo de nueva fantasía con los disfraces, pero no podía dejar de verlo y sentirme aún más atraída.

Mi garganta se sintió seca repentinamente, mientras que mi mirada no podía evitar escanearlo con detalle sin encontrar imperfección alguna en su rostro o en su cuerpo. Era tan hipnótico y su mera presencia causaba un impacto inmediato en mis sentidos.

Me estaba costando mantenerle la mirada fija, así que actué como si de repente mi copa fuese lo más interesante del mundo. Justo ahora me sentía nerviosa, ya que el aura que albergaba era muy superior, resaltando entre la multitud. 

—Creo que traer a Obi fue la mejor sorpresa —dije, sin poder dejar de intercambiar miradas con él, bebiendo el trago que Irene había pedido para mí. 

—Un perro de ese tamaño parece muy intimidante, pero al lado de Tristan luce como un pequeño cachorro —señaló. 

Pues Tristan era muuy parecido. Lucía enorme y temible, pero en realidad era un hombre tierno y dulce. Cualquiera que se acercara podía sentir temor al estar frente a él, pero yo me había acostumbrado a todas esos detalles; sus tatuajes, nuestra abrumadora diferencia de altura y tamaño, los ojos penetrantes...

La verdad, me sentía acogedoramente entre sus brazos. Pero eso no quitaba que su comportamiento coqueto no me ruborizara. 

Le eché otro vistazo rápido, y de repente me guiñó un ojo sin que nadie más que nosotros dos se percatara. Una expresión tan simple como esa de repente me pareció lo más atrayente que vi en toda mi vida.

Dylan llegó a nuestro lado, maquillado con pintura roja cubriendo la piel de su rostro, líneas negras y pequeños cuernos en su cabeza. 

—Wow... —Irene se sorprendió. 

—¿Les gusta? —sonrió con autosuficiencia. —. Tristan y yo pertenecemos al lado oscuro —alzó ambas cejas. 

—Los dos se ven increíbles —lo halagó Irene.

—Muchas gracias —hizo una reverencia. —. Ustedes también se ven preciosas. 

Irene chocó su hombro contra el mío repentinamente. Alcé la mirada hacia Tristan, quien se acercaba a nosotros desde el otro lado y a mi se me aceleró el pulso inmediatamente. 

El divorcio de mis sueños ✔️Where stories live. Discover now