Capítulo treinta

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Eran días de arduo trabajo, pero me ayudaba a mantenerme en movimiento y a no pensar demasiado las cosas

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Eran días de arduo trabajo, pero me ayudaba a mantenerme en movimiento y a no pensar demasiado las cosas. Trataba de no tener esas ideas intrusivas, que muchas veces me hacían decaer y ceder ante la tristeza. 

No me gustaba sentirme de esa forma. Ni tampoco, verme como si no fuese suficiente para continuar con esto. 

Negué con la cabeza y como siempre, busqué una vía de escape ante mis pensamientos. 

Alcé la mirada, encontrándome a Tristan a unos metros de mí. Intenté acercarme para saludarlo, pero él fue rápido en darme la espalda y alejarse. 

—¿Por qué no me habla? —le susurré a Irene, mientras observaba a Tristán beber de su botella de agua.

Ya llevábamos una semana trabajando juntos y solo se dirigía a mí cuando me saludaba en las mañanas o cuando actuábamos. Y algo que había aprendido de Tristan, era que en definitiva socializar no era lo suyo. En cuanto terminábamos de ensayar o grabar, él se marchaba luego de que el reloj en su muñeca se lo indicaba.

—Es un hombre muy reservado —contestó ella. —. No le habla a nadie más que a su manager...

—Creo que no le agrado... —murmuré, girándome hacia ella. —. Evade cualquier intento de conversación, e incluso esquiva mi mirada cada que nos cruzamos...

—¿Por qué no le agradarías? No habría razón alguna... —se encogió de hombros. —. Quizás es algo tímido...

—Tienes razón... —intenté creer eso, sin embargo, la mirada molesta de Tristán al parecer funcionaba las veinticuatro horas del día.

Tuvimos que movernos al set de grabación a las afueras de la ciudad para poder grabar una escena de pelea entre Tristan y Carter.

Ambos se enfrentarían en medio de un edificio abandonado, así que, se habían encargado de instalar las luces y también los explosivos. 

Tuve que cambiarme por un atuendo oscuro y ajustado, además de equiparme con armas de utilería. Me sentía como Jane Smith

A Tristan ya lo habían maquillado con las heridas falsas y moretones en sus pectorales, así que lucía como un pandillero con aquella musculosa negra que dejaba a la vista sus brazos fornidos, la espalda ancha y algunos tatuajes a lo largo de su brazo. 

Desvié la mirada en el instante en que alguien se acercó a mí. 

—No seas demasiado ruda conmigo —bromeó Carter, al llegar a mi lado.

Ya habíamos actuado juntos en el pasado, y por eso, había mucha más confianza entre nosotros.

—Espero no me falle la puntería —bromeé, alzando la pistola que debía colocar en el cinturón atado a mi muslo. 

—De todas formas será un doble el que caerá de la azotea —apuntó hacia el techo. —. Le temo a las alturas. 

—Créeme, yo tampoco sería capaz —dije segura de ello.

El divorcio de mis sueños ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora