Capítulo veintidós

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La ruidosa melodía de mi celular, llenó mis oídos en el momento en que abrí los ojos al despertar

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La ruidosa melodía de mi celular, llenó mis oídos en el momento en que abrí los ojos al despertar. Seguía medio aturdida cuando busqué a tientas mi móvil para contestar la llamada, sin siquiera ser consciente de nada a mi alrededor. 

En medio de un largo bostezo, logré tomar mi celular y contestar la llamada. Más no esperé ver mi rostro reflejado en la cámara, mientras al otro lado de esta se encontraba Irene. 

—¡Sky! —dijo fuerte desde el otro lado. —. Estuve llamándote toda la mañana y no me contestabas. Quería disculparme por... ¡¿Ese es Ash?! —cambió de tema abruptamente al captar el rostro del hombre a mi lado, durmiendo plácidamente sobre mi hombro. 

Mi cabeza daba vueltas en la habitación, reiniciándose desde el 0%. Toda mi energía se había ido durante toda la noche, y ahora me sentía tan agotada, que apenas podía abrir mis ojos completamente. 

—¡¿Dormiste con él?! —siguió con sus preguntas.

—Shh... —la silencié, paseando mis dedos por mi sien. 

Ash se removió a mi lado, abrazándome por la cintura. 

—Te lo explicaré luego ¿vale? —pedí.

—Me lo dirás TODO —contestó rápidamente. 

Asentí sin llevarle la contra y, sin más, colgué la llamada. 

Volví a caer rendida contra sus brazos, durmiéndome otra vez. Para cuando desperté, ya era casi medio día y la fuerte luz del ventanal chocaba contra nuestros cuerpos desnudos, cubiertos solo por las mantas. 

Las copas de vino, las fresas, las cenizas en la chimenea... Todas esas cosas eran restos de la larga noche que pasamos juntos. 

Dios, que desastre.

La sala lucía como si hubiese pasado un huracán. Me levanté con cuidado, sin poder ignorar el terrible dolor de espalda que sentí, ya que nos quedamos dormidos sobre la alfombra. Mala idea. 

El celular de Ash también comenzó a sonar insistentemente, pero ni siquiera eso logró despertarlo, ya que continuó durmiendo como un tronco. 

—Ash, tu móvil —removí sus hombros, mientras le dejaba el celular en la palma de su mano. 

Él colgó rápido, sin siquiera reparar el nombre en la pantalla. En vez de eso, prefirió aferrar sus dedos a mi cintura y empujarme devuelta encima de él para que continuáramos durmiendo. 

—No podemos...

—Sí se puede —contestó con voz ronca. 

—Es muy tarde —negué. —. Es más de medio día. 

Me levanté de su lado, tomando una de las mantas para cubrirme. De paso, le lancé una almohada para que se cubriera y corrí escaleras arriba para meterme a la ducha. 

El divorcio de mis sueños ✔️Where stories live. Discover now