Capítulo treinta y dos

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—¿Habías visto un espécimen de esas proporciones? —Irene perdió el aliento, dejando de lado la trotadora, solo para ver al hombre al otro lado de nosotras

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—¿Habías visto un espécimen de esas proporciones? —Irene perdió el aliento, dejando de lado la trotadora, solo para ver al hombre al otro lado de nosotras.

Tristan estaba haciendo barras, y mi amiga no era la única alrededor que se encontraba admirándolo desde lejos.

Respiré agitada, mientras le pedía piedad al instructor que aumentó la velocidad. Estaba a punto de sufrir un colapso, pero debía entrenarme para poder estar en forma para las escenas de acción. 

Mi frente sudaba, me veía destruida, y probablemente no sentiría mis piernas por la mañana, pero aún así continué hasta que la velocidad disminuyó y la trotadora se detuvo. 

—Bien, ya calentaste lo suficiente —el entrenador apuntó hacia las máquinas, indicando que debíamos movernos hacia la dorsalera. 

Lo seguí detrás, tomando asiento, alzando mi rostro hacia las poleas sobre mi cabeza, mientras él me indicaba lo que debía hacer.

—Con esta maquina podrás mejorar la fuerza de la parte superior de tu cuerpo.

Asentí, prestando atención a los movimientos que hacia para enseñarme. 

—Ahora, alza los brazos para alcanzar la barra y, luego, empuja con el peso de tu cuerpo hasta que puedas asegurar los muslos debajo de los cojines. Harás 10 repeticiones. 

Tiré de la barra hasta un poco más abajo de mi barbilla, sin soltarla, repitiendo el movimiento una y otra vez. 

—Tu abdomen debe mantenerse contraído —se sentó a mi lado, posando sus dedos en mi piel. 

Respiré hondo, sintiendo que los brazos me flaqueaban. 

—¿Ves que no es tan difícil de usar? además, tienes brazos fuertes... —comentó. 

—Solía practicar pole dance... —dije luego de terminar la primera serie, y tomando rápido mi botella de agua. 

—Eso es interesante —sonrió de lado. 

Pasé a la siguiente máquina de polea baja. Me senté sobre la superficie de cuero, mientras el instructor se posaba detrás de mí, apegando su pecho a mi espalda. 

—Bien, debes... —sus manos buscaron las mías para ayudarme a sostener las anillas. —, asegurarte  de que las palmas de tus manos queden frente a frente la una a la otra. El agarre debe ser a la altura de tu abdomen, justo debajo de tus pectorales. 

Asentí obedientemente. 

—Extiende tus brazos, y cuando realices la flexión, procura mantener los músculos del abdomen y la espalda totalmente contraídos —indicó, haciendo el primer movimiento junto a mí, antes de apartarse. 

Posé mi mirada en el espejo de cuerpo completo apegado a la pared, mientras observaba mi reflejo y el movimiento de la máquina. Busqué con la mirada a Irene, pero estaba fuera de mi radar. 

El divorcio de mis sueños ✔️Where stories live. Discover now