Capítulo uno

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—Quiero el divorcio

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—Quiero el divorcio...

Ash me miraba desde el otro lado de la mesa, terminando de beber las últimas gotas de vino que le quedaban en la copa. Estábamos en medio de nuestro quinto aniversario de matrimonio, cenando en un lujoso restaurante en el centro de Chicago. 

Dejé mis cubiertos a medio camino al escuchar aquellas palabras. 

Al principio pensé que se trataba de una broma. Sobre todo porque por primera vez me había invitado a cenar en este lugar para celebrar el día en que contrajimos nupcias. Así que solo me limité a reír. 

—Aún no es el día de los inocentes —dije, alzando una de mis cejas. 

—No. No lo es —contestó sin una pizca de humor en su rostro. 

Mi risa cesó, cambiando por completo mi expresión al ver como sacaba una carpeta de su maletín y lo extendía hacia mí con lentitud. En ese momento me di cuenta de la ausencia de su anillo de matrimonio en su dedo anular... 

—Solo tienes que firmar —indicó así sin más—. Yo me quedaré con la casa en North Avenue y tú con el apartamento y todo lo demás. Creo que es lo justo ya que soy yo quien está acabando con esto. 

—¿Qué? —perdí el aliento al comenzar a detallar lo que decían aquellos papeles. 

El pulso se me disparó a niveles desmedidos, mientras las palabras "separación de bienes", "fin del vínculo conyugal", "cese de convivencia", resaltaban escritas en aquellas hojas. No podía creerlo. 

Mis dedos temblaron al pasar las páginas, leyendo además todos los bienes que él estaba dejando a mi favor como compensación, pero a mi no me importaba nada de eso.

Todo a mi alrededor comenzó a volverse más y más pequeño, asfixiándome hasta hacerme sentir diminuta. Sentía como si un enorme muro de concreto me hubiese aplastado hasta cortarme el paso del aire, formando ese nudo en mi garganta que me ahogaba. Su mirada me detalló con preocupación al verme hiperventilar. 

Aún existían sentimientos hacía mí, reflejados en aquellos ojos esmeraldas. Pero definitivamente no había amor... 

Y eso era lo peor. 

—¿Por qué me lo dices así? —susurré en un hilo de voz, temblando por dentro—. ¿Por qué justo hoy y, de esta forma?

No entendía nada.

Me encontraba aturdida, siendo presa del dolor que se instaló en el centro de mi pecho. Nunca había sentido algo parecido y, por eso, no pude contener las lágrimas que comenzaron a desbordarse precipitadamente. 

Noté como él pasó saliva, mientras bajaba la mirada. 

Por el respeto y el cariño que nos tuvimos por muchos años, al menos hubiese querido que antes me hablara de lo que sentía y de lo que pensaba hacer. No que me cogiera desprevenida con los papeles de divorcio, sin permitirme asimilarlo antes de tener que firmar. 

El divorcio de mis sueños ✔️Where stories live. Discover now