Capítulo veintiséis

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Regresar a New York fue como recibir un golpe de realidad después de haber pasado días de ensueño

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Regresar a New York fue como recibir un golpe de realidad después de haber pasado días de ensueño. El brillo que antes me embargaba tras esos días de descanso, se había desvanecido rápidamente.

En cuanto nos bajamos del avión, las cámaras nos persiguieron durante todo el trayecto hacia el auto, continuando la persecución hasta el hotel. Y nada más llegar a mi habitación, me tiré a la cama ya que me sentía fatal. Había despertado con dolor de cabeza, y durante el vuelo, me la había pasado con unas nauseas horribles.

—Creo que el desayuno no me hizo bien... —respiré hondo, soportando las arcadas.

—Te compraré medicamentos y pediré que te traigan un té ¿vale? —Irene acarició mi brazo. —. El viaje fue muy largo, así que lo mejor es que descanses.

—Tengo una entrevista mañana. Debo estar bien para entonces... —suspiré, sobando mi frente. —¿Y Ash?

—Se quedó en recepción hablando con los periodistas. Vendrá enseguida... —acarició mi frente con delicadeza. —. Al menos no tienes fiebre.

—Solo quiero vomitar. Fue demasiada comida griega para mí... —de solo pensar en las barbacoas y los mariscos, se me revolvía el estómago y se me subía la bilis a la garganta.

Acomodé mi cabeza sobre la almohada esperando dormir y que se me pasara la jaqueca que me martillaba por dentro. Cerré mis ojos, intentando descansar y logré dormir hora y media. Sin embargo, me desperté debido al ruidoso sonido del celular de Ash.

—Lo siento, amor... —Ash se encontraba junto a mí. Ni siquiera lo sentí recostarse a mi lado.

Rechazó la llamada y volvió a la cama, abrazándome por la cintura.

—Duerme un poco más... —murmuró, cubriéndome con el edredón.

No puse resistencia, ya que mi cuerpo me pedía un poco más de descanso. Y sin demasiado esfuerzo, volví a caer rendida contra la almohada.

Sin embargo, no pude conciliar el sueño por demasiado tiempo, ya que las nauseas me hicieron levantarme de golpe de la cama y correr al baño con urgencia para vomitar. Me arrodillé a la altura del inodoro, botando todo el contenido mi estómago.

Mierda.

—¡Sky! —Ash intentó ayudarme, sosteniendo mi cabello y acariciando mi espalda. Me sentía hecha un asco, así que me alejé de él para lavarme. —. Debemos ir al doctor —dictaminó.

—Algo de lo que comí debió caerme mal. No es nada...

¿Acaso este era mi castigo por viajar?

Ash decidió llamar al médico, y durante la espera, me la pasé en la cama intentando recuperarme.

—Quizás fue esa barbacoa... —agregué, buscando en mi memoria. —. O el almuerzo en el avión.

—No creo que sea eso... —murmuró él, viéndome con preocupación.

El divorcio de mis sueños ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora