Capítulo treinta y cuatro

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—Bueno, debido al revuelo que está causando

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—Bueno, debido al revuelo que está causando... las fotografías que les tomaron el día de ayer, creo que sería oportuno realizar la sesión de fotos y lanzarlas lo antes posible —declaró Jordano, quien nos había citado a Tristan y a mí, a su oficina. —, de esa forma, los medios sabrán que están trabajando juntos en esta película y, que en realidad no hay nada entre ustedes —apuntó. 

Sí, era una buena estrategia. Sobre todo porque habían estado bombardeándonos con rumores de todo tipo. Y obviamente, Tristan no estaba acostumbrado a meterse en ese tipo de líos. 

—El fotógrafo llegará en treinta minutos, así que van a prepararlos para la sesión —demandó, y tras ello, ambos salimos de la oficina.

En cuanto crucé el umbral, solté un largo bostezo, sintiéndome agotada.

No dormí nada en toda la noche, ya que tuvimos que estar buscando un nuevo lugar al cual irnos. Sabía que en cualquier momento podían llegar a colarse en el hotel, y mi privacidad se vería en riesgo. Por eso, debía huir para poder estar tranquila. 

Me adentré en el ascensor con Tristan siguiéndome los talones. Mi rostro se vio reflejado en el espejo en la pared, y las enormes ojeras eran la clara señal de que no había pasado una buena noche. 

Tendrían que cubrirlas muy bien con maquillaje para poder tomar las fotografías. O de otra forma, me vería horrible para el poster promocional. 

—¿Cómo te fue ayer? —decidí preguntarle a Tristan, ya que íbamos en silencio mientras el ascensor descendía hacia el primer piso. —¿qué te dijo el doctor?

—No era nada grave —contestó, posicionándose al otro lado de mí. —. Solo... volví a agitarme. 

—Entiendo —asentí, bajando la mirada hacia mis tacones. —. Toda esa multitud era muy asfixiante. De seguro nunca te habías enfrentado a ese tipo de escenario ¿eh? 

—No, nunca —confesó.

El silencio nos sumió nuevamente, pero yo aún sentía que debía decir algo más.

—Por cierto... —alcé la mirada hacia él. —. Muchas gracias por ayudarme, Tristan. 

Sus ojos azules se cruzaron con los míos, observándome con detenimiento. 

—No hay de qué, Skywalker. 

Escucharlo decir eso último, me hizo reír. No creí que volvería a ponerme ese apodo. Él giro su rostro hacia el espejo, escondiendo su sonrisa. 

El ascensor llegó al primer piso, y ambos tomamos rumbos diferentes para poder prepararnos para la sesión de fotos. El maquillista ya se encontraba en mi camerino, e Irene se encontraba hablando por teléfono. 

—...no, Sky no dará entrevistas. Se encuentra muy ocupada —contestó colgando la llamada, para responder otra inmediatamente. —. No, no habrá ronda de prensa. Hasta luego. 

El divorcio de mis sueños ✔️Where stories live. Discover now