174 - Rayo

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Aisac y sus guardianes no representaban amenaza alguna para el dragón del rayo, apenas podían acercarse debido a la gran cantidad de energía que emanaba de él. Sable intentó lanzar varias dagas de hielo, pero estas se despedazaban antes de alcanzar su objetivo, incluso las flechas de Aisac eran consumidas sin rozarlo.

— Es inútil, alteza. No podremos contra ese demonio — reconocía Sable desesperado por no poder hacer nada —. Necesitamos ayuda de los demás.

— Intentemos resistir todo lo posible, ganemos tiempo — consideró Aisac.

El dragón del rayo levantó las manos y ellos saltaron para evadir una gran descarga que retumbó alrededor.

— Eso me da una idea — consideró Galas — Cúbranse los oídos. 

El bufón tomó una de sus dagas, la cargó usando la esquirla de Estruendo y una vez listo, la arrojó contra el dragón, éste, sin inmutarse, no se defendió y cuando la daga tocó el pecho de su objetivo, generó un potente trueno que hizo tambalear a la estatua, provocándole una grieta. 

— ¿Cuántas más tienes? — cuestionó Sable. 

— No tantas — Galas miró dentro de su manga. 

— En ese caso, hagamos que valgan la pena. 

Sable se lanzó contra la criatura con su espada por delante, la estatua levantó una mano, lanzó un rayo que el guardián logró esquivar, y sin contratiempos, atacó. Cuando la espada de Sable tocó la estatua, una corriente fluyó de la hoja del arma hacia el guardián, arrojándolo hacia atrás. 

En ese momento, otra daga impactó en el pecho de la estatua, haciendo más grande la grieta. El dragón de rayo miró al bufón, pero una serie de flechas le distrajeron de su objetivo. La estatua levantó una mano y un rayo atravesó a Aisac, arrojándolo al suelo. 

— ¡Alteza! — gritó Sable.

— Está distraído — el príncipe sentía su corazón latir con dolor.

Galas no dudó y lanzó otra daga, creando un trueno ensordecedor en el pecho del dragón. La estatua se tambaleó, dejando ver una grieta notoria, a punto de desquebrajarse. El bufón volvió a apuntar, pero un rayo lo arrojó al suelo.

Sable logró levantarse, vió a la estatua distraída y sin pensarlo, sujetó con fuerza su espada y se lanzó contra ella. El guardián gritó, el dragón rayo giró y con un solo golpe, incrustó su arma en el pecho desquebrajado de la estatua. Una corriente comenzó a correr por las manos del guardián, engarrotándolas y sufriendo por la descarga. Fue Aisac quien, lanzándose contra Sable, logró despegarlo de la corriente, dejando que la estatua comenzara a despedazarse antes de estallar.

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now