35 - Un verdugo

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Día 5 del mes de Opalios

Orden del Temple, San Desiré, Región de Slava


— ¡¿Qué diablos dice?! — gritó con furia.

— Soy el capitán de San Desiré y tú, maldito pagano. No eres digno de ser recibido por nuestros galenos.

— ¿Es esa la supuesta caridad de Winkel? — apenas hubo dicho la frase, Irídeo recibió un golpe en el rostro, derribándole.

— ¡No vuelvas a hablar así de Winkel, el grande, maldito blasfemo! Debería colgarte por tus injurias.

— Solo son un puñado de hipócritas.

El capitán pisó el pecho de Irideo con desprecio, sin importarle aquello que cargaba entre sus brazos. Desesperado, Irideo giró sobre sí, haciendo que el capitán perdiera el equilibrio y de su espalda tomó su cuchillo, lanzándole un golpe directo en la cara y retrocediendo al instante. De inmediato, los soldados intentaron rodear a Irideo mientras este les alejaba con su arma.

— ¡Ese cuchillo! — gritó el capitán con las manos en su rostro, intentando en vano detener la sangre — ¡Es uno de ellos, matadle!

Irideo intentó incorporarse con rapidez, pero el dolor se lo impidió. Tardó unos segundos en lo que sus ojos despabilaban y enfocaban aquello que le rodeaba.

— Tranquilo, fue solo un sueño — escuchó una voz.

Irideo, confuso, cerró sus ojos con fuerza mientras intentaba calmar los latidos de su corazón. 

— Mi cabeza... mi cuerpo... duele — logró pronunciar y al intentar levantarse, un dolor agudo en su pecho se lo impidió.

— Espere, aún está demasiado débil. Recuéstese en la cama un poco más.

Irídeo, padre de Ark, abrió poco a poco los ojos. Vigas de madera soportaban el techo. Un acabado de piedra dominaba aquella pequeña habitación de tan solo una pequeña y alta ventana. Una suave cama daba descanso a su espalda, al lado de él se encontraba una mesa chica sobre la cual descansaba su cuchillo, y cuidándolo, se encontraba Roger Beliviere, el único sobreviviente de la compañía enviada a Waterfall con su armadura de templario.

— ¡¿Un verdugo?! — exclamó Irídeo intentando apartarse, pero el dolor no se lo permitió. Al buscar la causa, todo su pecho se encontraba vendado, incluso sus vendas aun mostraban manchas frescas de sangre. 

— Por favor, no haga movimientos bruscos, sus heridas no han sanado del todo. Tuvimos muchos problemas para detener la hemorragia.

Adolorido y mareado, Irideo recargó su cabeza en la almohada.

— ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?

— Está en la Orden del Temple, en San Desiré. Yo lo vi arrastrándose herido en Waterfall y le traje aquí. 

— Yo no te lo pedí — le despreció —, no tengo dinero para pagarte — Irideo respiraba con dificultad —. Deja que me vaya, odio estos claustros — añadió con mirada fría.

— No le he pedido nada a cambio, lo he traído porque usted necesitaba ayuda.

— No necesito de tu compasión.

Roger guardó un silencio incómodo ante la actitud de quien había salvado, el herido estaba lleno de amargura y desprecio, a punto de decir algo, alguien tocó a la puerta sorprendiendo en demasía a Irídeo cambiando todo su semblante, como si tuviese miedo de ser descubierto en aquel preciso lugar, preocupando a Roger por su reacción.

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now