7 - Mejor de lo que soy

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En la casa de Ark, el joven caía al suelo por tercera vez ante su padre. En esta ocasión, una patada en el estómago le había quitado el aire, luchando por incorporarse ante el dolor.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué no luchas como es debido? — despreció su padre —. Si quieres ser un guerrero te falta astucia. 

El joven se dio media vuelta y habló tras recuperar el aliento.

— Ya te lo dije, dicen que peleamos mal — explicó —. Que la forma que tengo no es adecuada, no tiene honor. Dicen que peleo como un vulgar mercenario.

— ¡Estupideces! — Irideo, ofendido con tal declaración, escupió en la tierra — No hay tal cosa como honor en un combate real, matas o mueres, así de fácil. 

— Ellos no piensan así — Ark se apoyó del palo de madera que estaba usando para entrenar con su padre —, ellos creen en la justicia, la humildad, el honor, la fe... 

— Fantasías hechas con el propósito de encadenarnos — Irideo sujetó con fuerza su palo, mirando con desprecio el grillete plateado de su antebrazo que le recordaba sus limitaciones —. Sigue con ese pensamiento y terminarás peor que yo. La vida no es justa, ni amable, ni llena de tonterías — despreció —. La vida es cruel e hipócrita. En cualquier oportunidad tus amigos te darán la espalda. Ya deberías saberlo.

— ¿Cómo podría olvidarlo? Me lo dices a diario.

Ark logró ponerse de pie y al momento su padre le atacó en las piernas, el joven apenas pudo defenderse, deteniendo otro impacto a sus brazos y desviando uno último a su pecho, Ark, enojado y frustrado, lanzó dos golpes a su padre, uno en costado y otro en el hombro, Irideo pudo detenerlos, pero no anticipó que su hijo le lanzara una patada, arrojándolo al suelo. El joven levantó su palo sobre su cabeza, Irideo, apenas con tiempo para arrodillarse, detuvo el ataque, pero sus muñecas, cansadas y agotadas por trabajar la tierra, cedieron. Al ver el dolor de su padre, Ark reaccionó y desvió el golpe al suelo, Irideo aprovechó y de su espalda tomó su cuchillo y con la empuñadura desgastada golpeó a su hijo en el estómago.

— Dudaste. Ya estarías muerto. Ese liceo te ha hecho débil — despreció Irideo intentando calmarse mientras guardaba su cuchillo en su espalda y recuperaba el aliento —. No te enseñaron a luchar de verdad.  

— Tampoco me enseñaron a vender parte de mi libertad.

Ofendido, Iridio lanzó un golpe que Ark detuvo con su palo, tras lo cual el joven arrojó su arma al suelo y se alejó a su habitación, cruzándose con su madre sin siquiera mirarle a la cara. 

Las palabras lastimaron a Irideo, haciéndole rechinar los dientes, arrojando molesto su palo al suelo.

— No debes tratarle así — replicó la madre.

— ¿Qué más da? — despreció —. Ahora que ya ha terminado con esa maldita escuela, ya podremos pagar la casa.

— Él también trae dinero, no me ha querido explicar cómo lo hace, pero aporta algo. 

— No tiene las agallas para asaltar o robar a nadie, por si eso te preocupa.

— Me preocupa que no sepa que es lo que quiere. 

Irideo, agotado, se sentó en la tierra, bajó la cara y miró sus manos, temblaban, estaban hinchadas e incluso tenían pequeñas heridas sangrantes del entrenamiento con su hijo, pero lo que en verdad le dolía, era ver ese grillete en su antebrazo izquierdo, recordándole que había vendido parte de su libertad para sacar adelante a su familia y para que su hijo pudiera estudiar.

— Cualquier cosa que elija estará bien — consideró —. Soldado, médico, abogado, comerciante, artesano... me da igual.

— ¿Irás a verlo mañana?

— No lo sé, el maldito capataz está furioso de que no hay suficiente mano de obra y está obligando a todos a trabajar turnos extra, por fortuna los esclavos se llevan la peor parte.

— A veces me pregunta por qué nunca aprendiste un oficio o a qué se dedicaba tu padre.

Irideo soltó una risa sarcástica.

— ¿Y qué le has dicho?

— ¿Qué puedo decirle? Ni yo lo sé — refutó la madre con tono serio.

Irideo se limitó a negar con la cabeza y respirar hondo.

— Es lo mejor... Mientras haya aprendido algo de utilidad en esa maldita escuela será un avance — se sinceró Irideo, tras lo cual, con desagrado tomó entre sus manos su cuchillo desgastado de mango dorado y hoja plateada —, cualquier cosa lo llevará a convertirse en algo mejor de lo que soy... —suspiró — o de lo que fui. — susurró.

Ark se retiró agotado y golpeado a su cuarto. El lugar era pequeño y apenas constaba de una cama y una mesa sobre la cual estaba un espejo, la espada del liceo y algunos enseres personales. Al mirarse se limpió la suciedad de su cara y se dejó caer en su cama. Sintiendo un objeto incómodo dentro de su ropa, buscó dentro de sí y encontró la gema que Eiron le había dado, al mismo tiempo, se percató de las pequeñas manchas de sangre que su mano desprendía y que habían manchado la gema. 

— No, no tengo manera de guerrero — reflexionó —, quizá pueda ser un comerciante. No me gustan los negocios, pero es una posibilidad. Sí, quizá sea lo mejor.

Ark manchó un poco más la piedra y con una mano la arrojó sobre la mesa, chocando con la espada y provocando un sonido metálico, tras lo cual, cayó dormido.


*****


— ¡He llegado, padre!

Ryu entró emocionado a su hogar, había corrido todo el trayecto de regreso para poder hablar con su padre y aprender de él, hacía más de seis meses que no lo había visto y esta era una ocasión más que especial. Pero al ver solo a su madre, Eda, y a sus hermanos menores, Bixen y Palio, sentados, comiendo en silencio en la mesa, su sonrisa desapareció.


Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now