64 - Serán más dóciles

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De camino a la casa donde se alojaba, Ryu era saludado por varias personas a su paso, algunas habían sido sus pacientes, otros, familiares de los mismos. Todos ellos estaban agradecidos por su trabajo. Ryu no era el único médico de la ciudad de Tylo, no obstante, era el que menos cobraba, y daba una buena atención, lo que ayudó a crecer el número de sus pacientes durante su estancia.

El joven llegó, junto con la oscura noche, frente a aquella puerta roja y llamó. Al instante, fue recibido por la primera mujer a quien había ayudado, ahora sana, de cabello castaño, falda café y delantal blanco.

— Bienvenido, joven Ryu, ¿tuvo un día largo? — le preguntó mientras le calentaba algo de comer.

— Un poco, doña Elsa — se adentró junto con su dragón, tomando asiento en la mesa —. Tuve tiempo de revisar a todos los pacientes y a uno que otro nuevo, la gente es muy amable, pero su necesidad por trabajar sobrepasa los cuidados de su propia salud — el joven miraba sus manos, agotado.

— Somos gente de la tierra, no sabemos hacer nada más allá de cavar y excavar, además, es de gran ayuda que nos cobres mucho, la mayoría de de nosotros apenas tenemos lo justo al día para comer, costear la cita de un galeno y aún el precio del medicamento, es algo que sobrepasa nuestras capacidades. 

El dragón rojo vio a Ryu comprimir sus puños sobre la mesa, acción que no pasó desapercibida por aquella mujer.

— Pero tú debes continuar tu viaje, ¿no es así? — dedujo la mujer, sorprendiéndoles.

Ryu bajó la mirada y asintió.

— Debo encontrar a mi familia — explicó aquello que podía —, espero que estén bien tras lo ocurrido en Waterfall — al recordar pasó sus manos por su cabello —, solo espero que tal acto nunca vuelva a repetirse.

La mujer encogió sus brazos llena de pena y en esta ocasión fue Ryu y su dragón los que se percataron de ello.

— Amo, ella oculta algo. 

— ¿Ocurre algo, doña Elsa? — preguntó suponiendo lo peor.

La flama de la lámpara hacía danzar las sombras del rostro dorado de la mujer, cubriéndola de enigmas y misterios mudos.

— San Desiré fue atacada — habló tras un largo silencio.

El terror recorrió todo el cuerpo de Ryu al recordar las aterradoras escenas vividas en Waterfall.

— ¿Cómo? ¿Qué ocurrió? — inquirió.

— Solo he oído rumores — respondió —, se dice que un grupo de personas atacó la plaza principal de San Desiré mientras que otro invadió la orden de los templarios. A pesar de ello, hay gente que asegura que fueron los mismos templarios los que atacaron a los ciudadanos.

— ¿Cuántos murieron?

— Cientos, tal vez miles, la orden del temple era una de las más grandes, algunos dicen que fue obra de seres demoniacos, otros, de hombres con armas infernales.

— Shatten y sus decretos — dedujo Conato.

La respiración de Ryu se agitó ocultando en vano su temor y preocupación.

— Tenías razón — habló Ryu a su dragón, confundiendo a la mujer —. He tomado demasiado tiempo, debo irme cuanto antes — decía para sí.

— Se lo advertí — reprochó Conato.

— Debo partir hoy — Ryu se puso de pie, tenso.

— No puede perder más tiempo — insistió el dragón.

La mujer no sabía que más decir cuando entró Edgár a la casa, envolviéndose en tan pesado ambiente.

— ¿Todo está bien? — preguntó sin obtener respuesta.

— Edgár — habló la mujer intentando explicar —, Ryu tiene cosas importantes por hacer.

El niño, extrañado, buscó con su mirada los ojos de Ryu sin éxito.

— No te irás, ¿cierto? — preguntó angustiado sin obtener respuesta —. No. Tú debes quedarte, o si no, ¿quién ayudará a las personas? — su voz reflejaba una preocupación palpable — ¿Quién aliviará sus enfermedades? ¿Quién salvará sus vidas?

— Edgár — lo interrumpió la mujer —. Ryu tiene que continuar su viaje, ir a otros lugares, no puede quedarse aquí.

— Entiendo... — supuso indignado — te vas porque no tenemos dinero que ofrecerte. Al final resultas ser igual que todos los galenos avaros, lleno de codicia, interesado en el dinero más que en las personas — hablaba sin pensar.

— ¡Hijo! — exclamó la dama.

— ¡Calla, mujer! ¡Tú no eres mi madre! — gritó silenciándola tras lo cual, miró con desprecio a Ryu y salió corriendo de la casa.

El silencio regresó a la casa.

— No hay duda, se ha recuperado por completo, tiene mucha energía — señaló Conato.

La mujer, aunque herida y con lágrimas brotando de sus ojos, se dispuso a buscar a Edgár.

— ¿Se encuentra bien? — le detuvo Ryu en la puerta.

— Edgár tiene razón, yo no soy su madre, encontré a aquel niño hace años o más bien, él me encontró. Éramos pobres y los dos deseábamos a alguien con desesperación. A pesar de su edad, él siempre fue muy despierto, atento a todo, aprendiendo demasiado rápido, me recuerda mucho a mi único hijo a quien perdí por enfermedad hace tiempo — la mujer abrió la puerta —. Sé que debes irte, yo traeré de regreso a Edgár. No te preocupes, duerme y parte en el día, la noche puede ser peligrosa. Hay comida en la alacena, llévatela toda. Gracias por tu ayuda a toda la gente de Tylo.

— Regresaré — aseguró el joven galeno, haciendo sonreír a la mujer antes de salir apresurada.

— Si es que salimos vivos — añadió el dragón.

Ryu entró a una pequeña habitación, la única de la casa, dispuesta solo para él. Ahí, una cama de paja rompía el vacío absoluto de aquel cuarto de madera y piedra, dejando entrar una fresca brisa y la luz de la noche por una ventana superior. Cansado, se recostó en la cama. Miraba al techo, estaba agotado, pero no podía conciliar el sueño.

— No tome demasiado tiempo — habló Conato mirando a su amo intentar descansar —, si el enemigo ha tenido el valor de atacar y masacrar una ciudad entera, significa que está más cerca de su objetivo — consideraba llevándose una mano a la barbilla —. Tal vez tiene una gema más en sus manos.

— ¡¿Qué?! — Ryu se incorporó tras oír aquellas palabras.

— Sí, piénselo, atacar una ciudad es un movimiento demasiado tosco y llamativo incluso repetitivo — intentaba deducir el dragón —. Su ciudad fue destruida de esa manera y ahora otra corre con la misma suerte, es como si lo hiciera por gusto o con demasiada confianza de que nadie podrá hacerles frente. Shatten tiene poder y a este paso, sus decretos terminarán con todo WindRose.

Ryu se levantó de la cama.

— No puedo demorarme más, iremos a la orden de San Desiré, si uno de los dragones peleó o estuvo ahí, debió haber al menos un testigo que pueda confirmarnos su presencia.

— ¿Y si todos los testigos murieron?

— Entonces será cuestión de tiempo antes de que los otros decretos nos encuentren y si eso pasa, no quiero que destruyan a esta ciudad.

Ryu tomó sus cosas y, recordando la instrucción de la mujer, de la alacena tomó las últimas tres manzanas que quedaban. Tomó su gema y acercándola, metió dentro de ella aquellas frutas, enorgulleciendo a su dragón por la destreza que había desarrollado con su corazón. Después tomó de su bolsillo cinco monedas de plata que había juntado y los colocó en lugar de aquellas manzanas. Con un soplo, apagó la lámpara de aceite, se acercó a la puerta, miró por un último instante el lugar que lo había acogido por aquella temporada, y sin más, salió de ahí con su dragón a su lado.


Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now