11 - El precio de mis decisiones

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Mientras la gente disfruta de las actividades, las compras, la comida y el ambiente, la niebla se incrementaba poco a poco, de forma sutil y discreta, pasando inadvertida por casi todos los presentes. 

— ¡Pero qué diablos! — exclamó Irideo nervioso.

La madre de Ark miró a su esposo, atento a todo el movimiento y a la gente. Respirando de forma agitada, Irideo tragó saliva y con firmeza, se levantó y tomó a su familia con él.

— ¿Qué sucede? — preguntó su esposa, mientras Irideo sujetaba a su hija Sara y su hijo menor Gregor.

El hombre guardó silencio, moviéndose con prisa, la mayoría de la gente actuaba indiferente, ignorante de lo que ocurría mientras que unos pocos comenzaban a percatarse del fenómeno de la niebla creciente.  

— Creo... — titubeó caminando con prisa y abriéndose paso entre la gente de forma tosca —, creo que Waterfall será atacada – respondió sin siquiera mirarla –. Debemos alejarnos todo lo posible, cuanto antes mejor.

La esposa dudó un segundo, pero pocas veces había visto a su marido tan angustiado a tal grado que su piel se había erizado por completo.

— Debemos ir por Ark.

— No, la gente aún no se percata, necesito sacarlos de aquí primero y una vez que ustedes estén a salvo regresaré por él, démonos prisa — sus hijos, aunque extrañados por su comportamiento, lo obedecieron, así, con rapidez dejaron las gradas y siguieron a su padre ante la mirada de un Ark confuso quien los miraba en la distancia. 

Theron jadeaba con dolor, tanto correr le provocaba dolor en el pecho, obligándole a jadear. Con urgencia buscaba a su familia cuando una fuerte explosión proveniente del liceo hizo retumbar el suelo, desatando la histeria entre los presentes, las gradas se rompieron, los mercaderes detuvieron sus operaciones y toda la gente miraba confusa la gran nube de humo blanco emanando de la escuela. Fue hasta ese momento que la multitud se percató de la densa niebla que ya había alcanzado a cubrir el suelo por completo, dejando densas nubes grises flotando entre sus pies.

— Esto da miedo — exclamó Eiron confundido. 

— Esta no es niebla normal — pensó Paris en voz alta. 

— Vayamos con nuestras familias, rápido — propuso Ryu instándoles con una mano. 

La gente empezó a correr y los pocos familiares corrieron llamando a sus hijos graduados cuando una explosión detonó, creando una brecha polvosa entre los jóvenes y los familiares, lanzando incluso a varios por los aires. 

Los jóvenes se cubrieron, algunos cayeron al suelo, la gente empezó a gritar y el caos se desató.

Irideo se detuvo, giró el rostro y al ver que la nube de polvo se despejaba, vió a su hijo con sus compañeros al lado. Al ver a lo lejos a su padre, Ark vio a su familia escapar, tras lo cual, con un gesto, el padre ordenó a su hijo entrar en el bosque del liceo.

— Vayamos al bosque — instó Ark, jalándolos del brazo.

— Pero nuestras familias — refutó Paris. 

Una nueva explosión detono, esta vez, la fuerza hizo caer a los jóvenes al suelo. Al levantar la cara, vieron a algunos graduados gritando de dolor sin una de sus piernas o uno de sus brazos. 

— Rodearemos, pero tenemos que alejarnos de aquí — Eiron se incorporó con prisa y de un solo tirón levantó a Ryu y a Paris, empujándolos para entrar en los bosques. 

Ark giró la mirada, pero ya no vió a su familia, en su lugar comenzó a ver un fuego empezar a propagarse. 

Theron encontró a Waterfall dando órdenes, con un semblante autoritario pocas veces visto, dirigiendo una ruta de escape con sus soldados más cercanos. La nobleza de la ciudad, con miedo, se adentraba desesperada por debajo de uno de los puentes de la ciudad, adentrándose en túneles negros, fríos y húmedos. Al verle, Waterfall reconoció al galeno más diestro de su ciudad y le ordenó que se acercara.

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now