Uno a uno, los jóvenes regresaron de vuelta al templo, en esta ocasión la apariencia del lugar había cambiado de nuevo, esta vez, mosaicos blancos y negros cubrían de manera compleja el recinto, como si fuese un lugar solemne y macabro. Tremor y Necro se paralizaron al sentir una agresiva presencia hostil.
— ¿Qué sucede? — preguntó Grecíl viéndolos paralizados.
— Amo, están aquí — alertó Tremor.
— Maldita sea, no contaba con esto — Necro comenzó a pensar en la mejor opción —. Lo mejor será que no nos vean con ellos.
— ¿Es un decreto? — dedujo Grecíl preocupada.
— ¿Oye, que te pasa? ¿Puedes ponerte en pie? — Lagasse intentaba en vano hacer reaccionar a Ark quien estaba de rodillas con la cara en el suelo y las manos sobre el pecho, parecía retorcerse de dolor — ¡Algo le sucede a Ark! — alertó preocupada.
— No veo a Bravo — recalcó Tremor, después posó su mirada sobre Ark y abriendo sus pupilas verticales, retrocedió asustado — Debemos irnos, amo. No hay nada aquí que nos concierna — declaró de manera fatal sorprendiendo a Lagasse y Grecíl.
Necro dio un último vistazo a Ark y, comprendiendo las palabras de su dragón, no dijo nada más y asintiendo, se dirigieron presurosos a la salida.
— Pero, ¿qué crees que haces? — preguntó Grecíl.
— ¿Enserio vas dejarnos atrás? — le gritó Lagasse.
Necro no respondió e ignorándolas por completo, salió del templo perdiéndose entre los radiantes rallos del sol. Grecíl y Lagasse corrieron a detenerlo, pero al salir, no encontraron rastro del dragón de la obscuridad o su amo.
— Una recepción más que oportuna.
Ambas se aterraron al ver a un hombre con una lanza en sus manos acompañado de un joven cansado y jadeante, portando una armadura escamada muy maltratada. El decreto Divau había llegado seguido del malherido Eiron.
— Damiselas, buena tarde — se presentó el decreto haciendo una pequeña reverencia —, soy el decreto Divau y no tengo interés alguno en ustedes — reconoció —, así que, si pueden decirme dónde puedo encontrar a uno de los dragones — Divau señaló con su lanza el brillo de la gema en el pecho de Eiron —, estaría bastante agradecido.
— Necro se ha ido — musitó Lagasse a su amiga.
— Tendremos que ganar algo de tiempo en lo que Ark se recupera — susurró Grecíl.
— Me temía eso — suspiro Lagasse tomando de entre sus ropas un pequeño frasco de tinta, mojándose cada uno de sus dedos, abriendo su libro de par en par.
— No estaréis pensando hacerme frente, ¿verdad? — se ofendió el decreto — No me gusta pelear con mujeres. Dragón — miró al desecho joven —, encárgate de ellas.
Eiron, agotado en extremo, caminó hasta colocarse delante de ellas.
— Está demasiado herido, él debe ser el dragón que controlan los decretos — consideró Grecíl recordando la historia de Bravo.
— Por su estado podría hacerle frente — reconoció Lagasse —, pero dudo que pueda hacer algo contra el decreto.
— Intentemos ganar todo el tiempo posible.
Grecíl con magnifica determinación corrió contra Eiron, éste comenzaba a levantar las manos cuando varios dibujos de cuerdas sujetaron sus brazos, inmovilizándole, los trazos de Lagasse eran rápidos y precisos. Aprovechando la oportunidad, Grecíl golpeo justo en un espacio carente de armadura en el pectoral del joven, obligándole a caer de rodillas y dejándolo inmóvil un instante. Sin perder tiempo, la joven corrió hacia el decreto y se lanzó contra él siendo apoyada por Lagasse, lanzando cuerdas para sujetarlo.
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Erasus Drakone
FantasyCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...