140 - Luchar con armas

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Aisac caminaba con cautela, era su castillo, su hogar, su casa y, sin embargo, la sensación de miedo y desconcierto, lo abordaba a cada paso. Las paredes y los pasillos, cambiados por los trebejos de la torre le inquietaban y conforme avanzaba, se aferraba con fuerza a su arco.

En cada esquina apuntaba, a cada sonido y estruendo su piel se erizaba, era cuestión de tiempo antes de que un enemigo apareciera. Debía enfrentar a Gladius, pero necesitaba ayuda urgente. Solo, no tendría oportunidad. Con esos pensamientos caminaba cuando, delante de él, reconoció a uno de los guerreros de armadura escamada.

— ¡Eh, dragón! — exclamó con alegría.

Eiron, reconoció la voz y giró el rostro, esperando a su alteza.

— Príncipe, me da gusto ver que está con bien, ¿qué hace solo? — cuestionó el joven. 

— Estaba con el guerrero Ryu — respondió serio — pero un decreto nos atacó — Eiron se preocupó —. Disculpad mi tono, descuida, él está bien, solo necesitaba descansar un poco, así que decidí adelantarme.

— Comprendo, fue lo mismo que me pidió Sable, estaba exhausto por usar magia — reveló el joven.

— ¿Magia? ¿Sable?

— Algo hay delante — advirtió Auge.


*****


— Es la última vez que seguimos consejo de un bufón — hablaba Grecíl mientras abría, puerta por puerta, los aposentos del castillo.

— Te diré, la decoración actual deja mucho que desear — decía Lagasse al ver la combinación de colores y distribución.

Sonrieron de manera fugaz sin poder olvidar todo el caos y gritos que resonaban por todo el castillo.

— No esperaba que los dragones fueran tan feroces — detrás, caminando hacia ellas por el pasillo, venia Emilio hermano de Escauro, con unos fulgentes ojos verdes y un cuerpo físico excepcional.

Las chicas quedaron desconcertadas un instante por el atractivo del enemigo, pero de inmediato al ver el pentagrama tatuado sobre su pecho, Grecíl tomó una pose de lucha y Lagasse cubrió sus dedos de tinta abriendo su libro por completo.

Emilio las vio y sin poder evitarlo soltó una potente carcajada, de inmediato el decreto colocó las palmas de sus manos frente a él, para indicar que no las atacaría.

— Disculpen — dijo recuperando la compostura — justo recién he tenido la pelea de mi vida con la baronesa de Waterfall, ¡Vaya que si es terca! — rió un poco —. No tuve más remedio que encerrarla en el cuarto de armas, no quería matar a una cara tan bonita.

Aquellas palabras hicieron a Grecíl y a Lagasse reafirmar sus posturas de ataque.

— Lo siento, pero no tengo tiempo para jugar — se disculpó Emilio llevándose una mano a la nuca — hay un trebejo asesino cerca y tengo que atender unos pendientes — explicó mientras sostenía una sortija entre sus manos —. De ser ustedes, iría a salvar a la baronesa, no vaya a ser que algo pueda comérsela — el comentario las alertó justo cuando un chillido resonó en los pasillos, haciendo que las jóvenes se miraran aterradas —. Yo me daría prisa.

Emilio caminó hacia ellas sin mostrar ningún tipo de amenaza cruzando por en medio sin dejar de ser observado, las jóvenes pensaron en atacar cuando el sonido de un golpe las obligó a mirar al fondo del pasillo. Así, el decreto cruzó mientras que ellas corrieron a las habitaciones abriendo una por una, hasta que, dos habitaciones más adelante, una puerta cayó destrozada por el golpe de un hacha.

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now