83 - Destinado a morir

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Día 18 del mes de Opalios.

Área de Noremberc.


Irídeo se tambaleaba al caminar, sus heridas no habían sanado del todo a causa del esfuerzo que había hecho al alejarse todo lo posible de San Desiré, andando sin descanso tanto de día como de noche por miedo a ser detenido por los templarios. Su agotamiento y su mente nublada, lo habían conducido hasta Noremberc maldiciéndose al ver el castillo de Slava.

— Soy un idiota — se dijo apoyándose del tronco de un árbol para seguir de pie —, hubiese robado un mapa en lugar de comida — el dolor lo hizo llevarse las manos a su abdomen y doblegarse —. Debo llegar a Waterfall, no puedo morir aquí — al separar sus brazos, notó sus manos manchadas en sangre. Cerró los ojos y tras apretar los dientes, examinó los alrededores con mirada cansada. No muy lejos, logró divisar a un hombre pagando por una carreta con la carga cubierta y sonrió —. Al fin, algo de suerte — con todas sus fuerzas, se irguió, cubrió su rostro y desenfundó su cuchillo acercándose sin ser visto.

— ¿Dónde está el camino a Inker? — preguntó Theron, subiendo a su nueva carreta y colocando sus pertenencias bajo el toldo.

— Al sur, siga derecho por este camino y en la bifurcación vaya al sur — le explicaron—, pero tenga cuidado, el camino es solitario y es fácil ser asaltado por bandidos.

— Lo tendré en cuenta, gracias.

Sin decir más, el galeno tomó las riendas y arrió al caballo que caminaba con energía. Así, Theron dejó detrás el castillo de Noremberc, cruzando por sus calles grises y saliendo de la ciudad. A su paso escuchaba a la gente hablar de la presencia de Eder en la ciudad y en el castigo que pagaría el credo de los dragones. 

— Esas familias pasarán tiempos difíciles — reflexionó —. Espero que la mía... si es que siguen vivos... — Theron comenzó a considerar su situación —. Debo ser optimista, quizá estén bien... pero incluso, si lo están... ¿Qué cambiará? — comenzó a recordar su vida — Las discusiones con mi mujer son agotadoras y soy un extraño en la vida de mis hijos. 

El galeno aflojó las riendas y el caballo aminoró el paso, a su lado las personas se miraban nerviosas por la incertidumbre de la vida, otros, temerosos de los ataques a las ciudades. 

— ¿Valdrá la pena mi viaje? — consideró — ¿Me expongo a peligros por mi familia, por mi terquedad o por una ilusión? ¿Qué pasará si al llegar a Waterfall los encuentro muertos o, mejor aún, no los encuentro? — el galeno ignoró las altas murallas que se levantaban a sus lados, marcando la salida de la ciudad y dejando que otras carretas y personas se adelantaran a su paso — Ryu ya tiene edad para casarse y los otros poco saben de mí, me tratan como un desconocido cuando llego a casa... a su casa... Aquí nadie me conoce, podría empezar otra vida, con un perfil bajo, sin preocuparme de políticas o de guerra.

El galeno dejó atrás la ciudad, dejando que el caballo le guiara por un camino de tierra marrón con cultivos a los lados. Ignoró el cielo sobre su cabeza, azul y aborregado, así como el ruido de las aves al cantar. La duda le había golpeado fuerte y confundido, sintió el frio filo del metal acariciar su garganta.

— Dame tu carreta — escuchó una voz tras su nuca y mirando a un encapuchado con el rabillo del ojo.

— Lo haré, lo haré — intentó tranquilizarle — baja tu arma y podré bajar despacio.

— ¡No me digas que hacer! 

Irideo, traicionad por su cuerpo, sintió una punzada de dolor, bajando su arma con torpeza, aprovechando su descuido, Theron saltó sobre él, cayendo ambos en la caja de la carreta, Irídeo apenas logró reaccionar cuando fue sometido por el galeno.

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now