63 - Debe tener prioridades

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— ¿Mejorará, doctor? — preguntó una pobre madre sumergida en la más densa duda, esperando el más mínimo ápice de esperanza.

— Lo peor ya ha pasado, he hecho todo dentro de mi alcance, ahora todo depende de su hija — aseguró el galeno, aliviando de cierta forma su angustiado corazón.

La mujer se deshacía en agradecimientos con el galeno, quien, después de rechazar con respeto la invitación de quedarse un día hospedado como pago, salió de la casa a las arenosas calles de Tylo. Aquella vieja ciudad, cubierta de polvo, olvidada de WindRose por encontrarse en la parte más al norte de Slava. A su andar, el antiguo adoquín marrón se perdía con la tierra y el polvo. Las fachadas de las casas habían perdido su color y agrietado la tierra y lo árido de la zona, dejando todo en un extraño color mostaza. El agua escaseaba complicando la agricultura por lo que la pobre gente que aún quedaba, sobrevivía gracias al dinero que ganaban al trabajar en las canteras, sin importarles su salud, enfermando y muriendo cada año por problemas respiratorios, o bien, trabajaban por temporadas como pescadores en la ciudad vecina de Cartago, con condiciones todavía peores. Mientras caminaba, el joven galeno levantaba polvo con cada uno de sus pasos.

— ¿Irá a ver a otro paciente? — replicó Conato, aburrido.

— Este será el último, después nos iremos — le aseguró, haciendo que gruñera.

— Lo mismo dijo ayer. ¿Es acaso que no piensa hacer frente al enemigo o al menos buscar a los otros dragones?

Ryu aminoró el paso, Conato estaba en lo correcto.

— Quiero, pero... — el joven miró a lo lejos una casa pobre que se caía a pedazos, ahí, sobre una manta a nivel del suelo, estaría esperándolo una pareja de ancianos, cuya salud había mejorado gracias al joven — si yo no ayudo a estas personas, ¿quién lo hará?

Conato volvió a gruñir mientras negaba con la cabeza y cruzaba los brazos. Sin más, continuaron su camino. El día era sofocante y el joven se limpiaba el sudor de su frente con un pequeño pañuelo, la calle se encontraba vacía, en silencio, siendo azotada en ocasiones por un viento abrazador y agresivo con los ojos. 

— ¿Por qué tiene calor? Mi corazón debería de protegerlo un poco — consideró Conato. 

— Es un calor húmedo — explicó —, no sé cómo funciona la gema, pero este calor me supera. 

— Quizá solo necesita acostumbrarse — consideró — y hablando de acostumbrarse...

Corriendo con alegría, un niño de apenas diez años les dio alcance.

— Señor galeno, señor galeno — le saludó llegando con el y deteniéndose para recuperar el aire. 

— Edgár — se asombró Ryu —. No es bueno que estés a fuera, debes guardar reposo, tu cuerpo necesitan descansar — explicó el joven.

— Estoy bien — le aseguró.

Conato miró con detenimiento al niño, el cambio había sido asombroso. Tras ser salvados por Eiron, dragón y amo aparecieron cerca de la ciudad.

— Es una lástima — exclamó el dragón, excitado y frustrado mientras lanzaba puños al aire —, pudimos haber luchado y dado muerte a varios, ¿no lo cree, amo? — pero Ryu no respondió, el sacrificio de Eiron le había tomado por sorpresa —. Oh, no lo veo animado — se decepcionó Conato bajando los brazos —, no se preocupe — alegó sonriente —, estoy seguro de que, si esos guerreros buscan mi corazón, será cuestión de tiempo antes de que nos encuentren — lanzó una carcajada, desconcertando a su joven amo —. Lo mejor será que se prepare, así el enemigo no nos tomará por sorpresa. 

Erasus DrakoneWhere stories live. Discover now