58 - Ignorar lo evidente

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 Día 10 del mes de Opalios.

 Cercanías de la ciudad de Galia, Región de Slava.


— Necesitamos encontrar una buena cama — Silver, entumido, torcía su espalda de un lado a otro. 

— Falta poco para Galia, amo — alentó Norte.

Ellos habían estado caminando todo un día para salir de los boques. El escape del Volcán Astilon los había acercado a casa, sin embargo, su condición actual y el hecho de saber que estaban siendo buscados, los preocupaba. La mañana era refrescante, el cielo estaba despejado, los pinos y abetos del lugar habían tapizado la negra tierra con sus múltiples hojas de agujas verdes, el rocío había cubierto las ramas con sus perlas, alrededor, una ligera neblina se alzaba dejando un olor a humedad y madera mojada.

— Debemos apresurarnos — decía el joven, decidido —, hay que avisar a Roger de lo ocurrido, él podrá advertir a las órdenes.

Norte caminaba al lado de su amo, pensativo. 

— ¿Estás bien?

— Esos decretos... son enemigos temibles — reconoció preocupado —. Quizá lo mejor sea entregar mi corazón.

Silver se detuvo de inmediato.

— ¿Y dejar que te maten? — replico el joven, molesto. 

— Temo por usted, amo — se explicó —. Tras ver lo que el dragón del viento tuvo que hacer, no quisiera que usted se expusiera a ser lastimado, herido de gravedad o algo peor — Silver, a punto de replicar, se encontró con su dragón mirándolo directo a los ojos —. ¿Usted no haría todo por proteger a su familia?

El joven guardó silencio.    

— Sé que usted no disfruta pelear, amo. Ah decir verdad, yo tampoco — reconoció —. Si es necesario enfrentarnos a alguien para preservar nuestra integridad, lo haremos sin dudar, pero si es posible encontrar una forma que nos permita salir de esto sin exponernos, sería lo mejor. 

Silver bajó la mirada, sabía que su dragón tenía razón. 

— Veo, veo... — jugaba Galas caminando a la par del príncipe.

— ¿Qué ves? — preguntó Aisac, sonriente, siguiéndole el juego.

— Una cosa.

— ¿De qué color? 

— Negro con rojo.

— ¿Me estas llamando cosa? — bramó Sable, molesto.

— Ahora la cosa está furiosa — reía Galas.

Sable comenzó a perseguir a Galas mientras Aisac los contemplaba y recordaba su vida en el castillo, un tanto melancólico y otro poco reflexivo sobre lo que vivía. Poco a poco, Sable y Galas dejaron de correr y sus ojos se posaron dentro de la arboleda. 

— ¿Pasa algo? — preguntó Aisac, confundido.

— Es una sensación muy similar — musitó Sable.

— Pero a la vez es distinta — añadió Galas — está en esa dirección. 

— Alteza — explicó Sable —, creemos que hay un oponente cerca, pero no estamos seguros. Lo más prudente sería alejarnos. 

— O tomar la iniciativa y atacar primero — propuso Galas sacando su espada de madera. 

Aisac consideró sus opciones. 

— Podemos acercarnos y espiar un poco — propuso el príncipe. 

Norte seguía reflexionando. 

— Desde cualquier punto, Shatten tiene gran ventaja, podríamos pasar a su bando — propuso el dragón jugando.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora