Capítulo 38.

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17 de noviembre, 2009.


Neal Hardy.


El cuerpo entero me tembló mientras veía el arma que llevo en la guantera del auto.

Está cargada.

Una bala.

Es todo lo que necesito.

La tomé del estudio de papá, la tenía bajo llave en su escritorio. Tomé mi auto, una botella de whisky y huí de casa. Aún no he hablado con nadie, aún se supone que no podía levantarme de la cama por culpa de las heridas, pero aquí estoy.

En un lugar muy lejos de casa.

Donde nadie pueda detenerme como le pasó a Holden.

Supe que quiso quitarse la vida, pero lo encontraron antes de que lo lograra. Sé que está destruido por la muerte de Sav, está sufriendo.

Igual que yo.

Y el sufrimiento es tan aniquilante que la mejor opción, que lo mejor que podría pasarme, sería...morir.

Morir de una vez, cosa que me arrebataron esos paramédicos esa noche.

Debieron dejarme morir.

Habría sido mejor, habría sido más fácil. Los recuerdos, el dolor y el sufrimiento no estarían torturándome día y noche. Cada maldito segundo sin parar.

Esto es demasiado para mí.

No puedo...simplemente no puedo más.

Le di un trago largo a la botella, el líquido me raspó la garganta mientras pasaba, pero no me importó. Necesito suficiente para armarme de valor.

Finalmente bajé la botella y sin dudar ni un segundo más, tomé el arma de la guantera.

Mis manos temblaron muchísimo más mientras la sostenía.

Cerré los ojos con fuerza, empuñé bien el mango del arma y acerqué el cañón a mi sien. Tomé un par de respiraciones profundas, sintiendo que mi respiración se agitaba cada vez más.

Está bien, es así como debe ser.

Solo se retrasó lo inevitable. No debería estar aquí, debí morir esa noche.

No debió dejarme vivo.

Mi dedo tocó el gatillo, quise armarme de valor, lo presioné un poco, apreté más los ojos y la mandíbula. Y justo cuando estuve a punto de presionarlo, el ruido alto viniendo en esta dirección me hizo soltar el arma y abrir los ojos.

Noté dos camionetas estacionarse cerca de mí. Tienen música a todo volumen, las voces son altas.

Se hicieron mucho más altas cuando un grupo de universitarios se bajó de cada auto. Bajaron hieleras, toallas, comida y cervezas.

Se instalaron alrededor del lago que está enfrente e hicieron mucho más ruido. Ríen de sepa qué, ajenos a que hay un chico aquí que estuvo a punto de suicidarse antes de que ellos llegaran.

Con la mano temblorosa, la respiración y el pulso a mí, tomé el arma y la lancé de vuelta a la guantera, incapaz de verla por un segundo más.

Cobarde.

Cobarde.

Mil veces cobarde.

Encendí el coche y huí del lugar. El ruido de los neumáticos de mi auto, fue suficiente para que todos ellos miraran hacia acá, un tanto consternados.

Corrompiendo a tus demonios [Destructiva Obsesión #2] ✔✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora