Asentí, formando morritos con mis labios.

—Entonces, ¿tú y Adán...? —indagué, dejando la pregunta al aire. Noté como apretó el volante unos segundos antes de volver a la normalidad.

—Dijiste que merecía algo bueno. Y él también.

—Ay, por favor, Bárbara.

—Es verdad. —Me miró al detenerse en un semáforo en rojo—. Sigo casada con Aarón y él está en medio de un proceso de adopción; nuestra situación complicaría las cosas.

Parpadeo sin comprender lo que dice. ¿¡En verdad se pone a elegir entre Adán y Aarón?! ¿No se supone que ya estaba en medio del proceso de divorcio?; fruncí el ceño. Bien, entiendo un poco que no quiera interferir con el tema de Bruno, al no tener una relación estable, es posible que le nieguen el proceso de adopción.

—Dime la verdad Bárbara, ¿te estás divorciando o ya dejaste el tema?

Noté como apretó sus labios. Relajó los hombros y giró para entrar al estacionamiento de un restaurante continental. Solo hay silencio de su parte y no puedo evitar resoplar con indignación. ¡Ese idiota la golpea! No tiene ni una pizca de respeto por la persona que se supone ama. Y ahora veo que tampoco Bárbara lo tiene por ella misma

—¿Es una broma?

—No lo entenderías, Amanda, debo quedarme a su lado. Al menos por un tiempo.

—Cuando menos te des cuenta, ese "por un tiempo" se convertirá en años de sufrimiento.

Abrí la puerta, pero antes de bajar, sujeta mi muñeca.

—¿Puedes, por favor, confiar en lo que hago?

—Solo tú sabes las idioteces que haces, pero no juegues con los sentimientos de Adán. No merecer ser segunda opción de nadie.

—Lo tengo claro, pero no puedo simplemente evitarlo.

—Sí, sí puedes. Nada te ata a él. He estado en tu lugar, prima, y no sale nada bueno de las indecisiones. Amas a uno o a otro, pero no a lo dos.

Me solté y de ahí hasta que me regresó a mi sitio de trabajo, nos cubrió una gruesa capa de incomodidad. Podría hacerme a la idea de que hiciese feliz a Adán por el mero hecho de que yo no puedo darle el amor que merece, pero no puedo con la idea de que solo lo utilice como una vía de escape.

Él merece más que migajas. Suficiente dolor ha pasado como para seguirle sumando penas.

La jornada laboral se alargó más de lo esperado cuando el camión del proveedor de cemento se atrasó. Mi estómago gruñía y aclamaba por una barra de cereal y un yogurt de durazno con unas cuantas pasas esparcidas. Oh, sí, eso suena maravilloso. El único que me hace compañía es el jefe de los constructores, que tamborilea sus dedos en la mesa de metal, mientras con su otra mano revisa su celular.

Como no tengo nada más en que poner mi atención, vislumbré un anillo plateado en su dedo anular. Vaya, ¿quién diría que un ser tan pedante está casado? Quizás por eso su molestia de esperar conmigo, aunque no se lo pedí, fue su decisión perder su glorioso tiempo libre esperando kilos de cemento.

—Puede retirarse si gusta, no me pesa quedarme más tiempo —ofrecí. Quería añadir algo sobre que nadie me espera en casa más que mi yogurt de la cena, pero la mirada que me lanzó, hizo que guardara todas mis palabras y sugerencias.

Te propongo un deslizWhere stories live. Discover now