Ad Originem Capítulo 274 - Atenea visita el Gran Palacio Patriarcal

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-Atenea visita el Gran Palacio Patriarcal-



     Mientras que Heracles, la Joven Señorita Cienfuegos Amia, la Joven Señorita Cieloazul Ibeli y la lobita Alana se acomodaban en la residencia del Distrito Rivial, la Olímpica Lady Atenea llegó al Gran Palacio Patriarcal.

- Buenas tardes, Sacerdotisa Atenea. ¿A quién quiere que le anunciemos su llegada, quizá al Santo Caballero Iber Aron?
Preguntó sonriente con un tono muy cortés uno de los cuatro guardias de la entrada.

Que tenía un Cultivo de Poder de Quinto Orden Espiritual, al igual que los otros tres Guardias Patriarcales.

Se notaba que conocía bien a Lady Atenea y no le sorprendió para nada su visita.

En cambio, después de saludarla, solo preguntó a quién quería ver y hasta se atrevió a adivinar a quién quería ver, pues por todos era bien conocida de su buena relación con el Santo Caballero Iber Aron.

Hecho que acentuaba la estrecha colaboración que tenía la Familia Protectora Olímpica con la Gran Familia Patriarca Iber.

- Buenas tardes, querido Césaro. En efecto, le tendré que molestar para que me localice a mi Santo Caballero.
Contestó Lady Atenea regalándole al Guardia Césaro una preciosa sonrisa, mientras descendía la suelo y caminaba hacia la entrada principal.

- No diga esas cosas, Sacerdotisa Atenea. Usted jamás podría ser una molestia. Encontraré para usted al Santo Caballero Iber Aron enseguida.
Contestó el Guardia Césaro, devolviéndole la sonrisa y sin perder ni un segundo, pasó por la puerta principal tan rápido como sus pies le permitían moverse.

- Buenas tardes, Sacerdotisa Atenea. ¿Tomará usted lo de siempre?
Preguntó uno de los dos Mayordomos de Puerta que se encargaban de recibir a los invitados.

Mientras que el otro Mayordomo de Puerta, que normalmente se encargaba de coger las capas, túnicas y sombreros de los invitados, para entregárselas a la mujer del ropero, hacía lo propio con la capa blanca que llevaba Lady Atenea.

- Buenas tardes Istolacio, sí por favor y si no es mucha molestia, dígale a Jacinta que me traiga también algo de picar. Tengo tanta hambre...
Pidió Lady Atenea sonriente, mientras se frotaba el estómago.

- Para nada es una molestia, enseguida se lo traerá.
Respondió el Mayordomo Istolacio, que rápidamente se dirigió a la Ama de Doncellas para que el servicio preparara algo de beber y comer para su invitada Lady Atenea.

- Muchas gracias, Istolacio...
Agradeció Lady Atenea, mientras se quitaba su capa.
... ¡Ah! Gracias Indortes, me gusta el bigote que se ha dejado, le hace más varonil...
Comentó Lady Atenea, dándole su capa al Mayordomo Indortes, al que también agradeció por su servicio.

- ¿De verdad? Me halaga Sacerdotisa Atenea, pero mi mujer no está muy contenta por ello, dice que parezco más viejo jeje...
Contestó el Mayordomo Indortes con un claro gesto complicado.

- ¿Qué puedo decir a eso? A mí, sí me gusta. Pero si Duratia dice que no le gusta... Solo recuerde que al final las mujeres siempre se salen con la suya jaa...
Bromeó Lady Atenea, haciendo reír al Mayordomo Indortes.

La Olímpica Atenea esperó a que el Mayordomo Indortes le dejara su túnica a la mujer del ropero y ambos caminaron hacia el despacho del Santo Caballero Iber Aron, mientras charlaban y reían.

Se veía que tenía muy buena relación con los empleados. Quién sabe cuántas veces habría visitado el Gran Palacio Patriarcal.

- Pero mira a quién tenemos aquí, ¿cómo estás Sacerdotisa Atenea? Desde que has llegado aquí, el día se ha vuelto mucho más cálido y armonioso, iluminándonos como un rayo de sol en un día lúgubre y los colores parecen más brillantes y vivos cuando estás alrededor. Hasta el cantar de los pájaros parece estar celebrando con gran júbilo poder disfrutar de tan bella y distinguida presencia... Sería un placer poder disfrutar de un tranquilo paseo por los jardines de palacio con tu más que exquisita compañía. Poder pasear a tu lado, sin duda alguna me haría el hombre más feliz del mundo.
Aduló en exceso, con gesto extremadamente sonriente y un brillo extrañamente libidinoso en sus ojos, un hombre que aparentaba ser de mediana edad, aunque ya tenía casi nueve mil años.

Ad Originem (Volumen 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora