Debo ser paciente para ejecutar ese plan sin ningún inconveniente, como pegarme en serio o empujarla a ella y hacerle daño.

O solo puedo decirle que me gustaría sentirlo. No creo que sea más raro de cuando la besé frente a mi primo y Zoey.

—Mañana tenemos cita con la obstetra. —me recordó.

—Lo sé, pasaré por ti en tu hora de comida.

—De acuerdo.

La película acabó, Amanda bostezó y se despidió deseándome una bonita noche, no obstante, mi mente no para de hacer lista de los pros y contras de ir a trabajar mañana. Ya casi ha pasado un mes desde que Zoey se comprometió con José, pero los del despacho sabían de mi boda con ella y conocen mi parentesco con él; solo me falta vestirme de payaso para completar mi papel de burla.

Sin embargo, no puedo mantenerme oculto toda la vida; debo comportarme como el adulto maduro que soy. Además, no tengo porqué verle la cara, me mantendré en mi oficina todo el día y solo saldré para ir al baño o tomar café.

Sí, es un buen plan. Un pequeño paso, pero es necesario para después dar un salto y dejar atrás el dolor que me provoca verla con otro. Así es la manera en que la vida te hace fuerte ante las adversidades. Te avienta todo de fregadazo y solo espera que te levantes para después lanzarte más bombas.

Se divierte con las desgracias de uno, pero nadie puede quejarse porque lo hace por una razón. Divertirse, quizás, pero por una razón.

Apagué todo para ir a dormir y despertar al día siguiente con el ánimo renovado.


Me siento como esas mujeres de las telenovelas de televisa, cuando el hombre las humilla, se va con la antagonista pero ellas tienen que mostrarse dignas y con empoderamiento. Golpeada, pero jamás derrotada.

Cruzo la puerta del despacho, ignorando la escena de los nuevos tórtolos en la mera entrada del despacho. Desde unos metros, mi amigo también los observaba mientras se servía una taza de café.

Ignoré a todos y seguí el camino hacia mi oficina, pero desde afuera noté algo extraño en el marco de las ventanas. Entré y vi unas persianas colocadas allí.

—Tómalo como un regalo de cumpleaños adelantado —dijo Jesús abriéndose paso por mi lado, dejando una taza para mí en el escritorio—. Las elegí blancas para que parezca más grande el interior.

—Creí que porqué eran las más baratas. —Rodee el escritorio y tomé la taza de café.

—También. Lo siento, tienes un amigo codo.

Sí, Jesús es muy ahorrativo con ciertas cosas, ya que tiende a despilfarrar el dinero con otras más, pero así ha sido siempre y lo importante es que es un buen amigo, pero no tanto como molestarse a dejar su celular y cerrar las persianas. Pude ver cómo José se inclinó sobre los labios de Zoey, sin embargo, ella giró el rostro hacia Carmela, la recepcionista, dejando así que mi primo besara su mejilla.

A mí jamás me evadió un beso.

«¡Já! Beso mejor que él». Eso fue un consuelo a mi ego, pero no tanto porque, si no besa bien, ¿por qué está con él? Antes creía que era por el dinero; José tiene mucho, yo el suficiente y ella también tiene bastante por la herencia de su abuela.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora