Para cuando termino de hablar, me encuentro recostada contra las almohadas de manera desgarbada y Génesis hace lo propio, pero en su propia cama.

—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Que te resolviera el problema desde el otro lado del mundo? —bromea, mientras recuesta el peso de su cabeza en su palma.

—¿Acaso no fue eso lo que hiciste? ¿No me resolviste el problema desde el otro lado del mundo? —digo, al tiempo que arqueo una ceja y reprimo una sonrisa juguetona.

—Eres muy afortunada de tenerme —afirma y una carcajada boba se me escapa.

—Lo soy —le concedo, al tiempo que me giro sobre mi costado bueno y reprimo una sonrisa dolorosa.

La sonrisa de mi amiga se diluye un poco y sus ojos se entornan.

—¿Dónde estás...? —Sacude la cabeza, al tiempo que se acerca el teléfono a la cara y solo tengo un vistazo extraño de sus ojos—. ¿Quién está detrás de ti?

En ese momento, la sangre se me agolpa a los pies y me incorporo de golpe, en el intento de ocultar lo que sea que Génesis haya visto a mis espaldas.

—Nadie —digo, al tiempo que esbozo una sonrisa que pretendo que luzca confundida.

—Andrea Roldán, ¿quién está...? —No puede terminar de formular la pregunta. No puede hacer nada porque la resolución se apodera de sus facciones con una rapidez aterradora y sus ojos se ensombrecen—. ¿Se aprovechó de ti? ¿De tu estado emocional?

—¿Qué? —finjo demencia—. ¿De qué hablas?

—No trates de hacerte la tonta conmigo, Andrea Roldán, te conozco a la perfección. —Génesis me mira con severidad—. No trates de protegerlo. Sé que es Bruno Ranieri el que está dormido detrás de ti.

Bruno suelta una maldición a mis espaldas, porque ha sido capaz de escuchar lo que mi amiga acaba de decir y mis ojos se cierran con fuerza en ese momento.

—Génesis, escucha —digo, al tiempo que me pongo de pie de la cama a toda velocidad y me encamino hacia el armario para encerrarme ahí—. Las cosas no son como tú piensas.

Bruno suelta otra palabrota y lo escucho dar tumbos al ponerse de pie de la cama.

Estoy a punto de encerrarme en el vestidor, cuando una palma grande y firme me impide cerrar la puerta y otra —suave pero firme— me quita el teléfono de los dedos para encarar a Génesis.

Lleva el entrecejo fruncido, el cabello alborotado y cara de pocos amigos; sigue sin llevar nada que le cubra el torso y se nota a leguas que estaba dormido; pero, con todo y eso, no deja de lucir imponente y amenazador.

—No debería hacer esto, porque lo que tenemos Andrea y yo solo nos incumbe a nosotros, pero de todos modos voy a sacarte de las dudas —Bruno suelta, con dureza, antes de continuar—: No me estoy aprovechando de nadie. Nunca lo he hecho. Anoche no pasó absolutamente nada entre nosotros; y si quieres saber si ha pasado... bueno, pues entonces tendrás que preguntárselo a ella, porque yo no voy decirte una mierda. —Hace una pequeña pausa, antes de añadir—: Lo único que quiero que quede bien claro, es que yo jamás me aprovecharía de alguien como ella. Nunca.

Entonces, me ofrece el teléfono de regreso y sale del vestidor.


Me toma unos instantes volver al aquí y al ahora, pero, tan pronto como lo hago, echo el pestillo y me recargo sobre la puerta antes de tomar el teléfono de Bruno entre los dedos para volver a encarar a Génesis.

El gesto que esboza está a medio camino entre la diversión, la indignación y la confusión, y me encantaría decir que el mío es muy diferente del suyo, pero la verdad es que no es así. Muy a mi pesar, hay una revolución en mi interior y se me refleja en la cara.

De nuevo tú ©Where stories live. Discover now