15 Mentiroso

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Se cumplían casi las dos semanas de espera cuando a Elsa le dijeron la verdad. En las piernas de su madre, con sus brazos envolviéndola, sus labios besándole la cabeza. Su padre sentado frente a ella, tratando de que el golpe de realidad no traumara a la niña.

Elsa lloró. Lloró amargamente escondiéndose en el pecho de su mamá en cuanto escuchó la palabra maldición. Lloró y lloró, temiendo que alguien ya la hubiera descubierto y quisiera hacerle daño. Lloró por su padre, tan nervioso siempre. Por Anna que había estado a punto de...

Lloró.

Iduna no la soltó cuando empezó a nevar alrededor, cuando su ropa comenzó a cubrirse de escarcha. La sostuvo más fuerte, pero Elsa no le permitió seguir. La alejó por primera vez. Se puso en pie y miró a su papá, sin decidirse a abrazarlo o no.

Agua y hielo. No eran iguales, pero su padre aun podía mantenerla en la línea. Sabía que no sería así siempre, así que se permitió ser abrazada por él, pronto dejaría de hacerlo.

Agdarr la rodeó con fuerza, mirando a su esposa que en silencio derramaba una lágrima. Ninguna de las dos sospechaba que el rey les había ocultado una parte de la historia. La advertencia de nunca pensar en revelarse al pueblo, no por su miedo, sino por lo que despertaría si lo hacían. Él, como todos los que conocían la historia, tenía su propia teoría sobre lo que dormía, y lo omitía porque, a pesar de todo, su pensamiento al respecto estaba lleno de esperanza.

❅❅❅

Cuando se cumplió la tercera semana la princesa era solo una sombra de lo que un día había sido. El rey y la reina intentaban alegrarla, convencerla de salir de su cuarto, pero ella insistía en que prefería estar sola. Sólo la veían durante las comidas. Callada, seria, ausente. Ni la pequeña Anna lograba sacarle más que una pequeña sonrisa.

Agdarr sabía que había dirigido la vida de su hija a un lugar al que nunca habría querido llegar, pero tenía fe en que una vez se acostumbrara todo volvería a ser tan alegre como antes. Ni siquiera él reconocía que su vida jamás había sido tan alegre como cuando esconderse trataba de un juego inocente y no de un caso de vida o muerte.

Esa noche Elsa se encontraba sentada en su cama, mirándose las manos desnudas. Sus guantes descansaban en su regazo. Desde que los usaba a tiempo completo no se asomaban ni por accidente; siempre y cuando controlara no tener emociones fuertes. Esconderse era ahora mucho más sencillo. Pero no le gustaba. Estando sola aprovechaba para quitárselos, pero ya nunca estaban donde no pudiera tomarlos con rapidez. No le gustaba porque es era el siguiente paso para deshacerse finalmente de lo que siempre había creído era maravilloso. Deshacerse de lo que a Anna le gustaba de ella y de lo que a ella le gustaba de alguien más.

Al pensar aquello se sonrojó y se cubrió el rostro. Ahora el color de sus mejillas no venía acompañado de mariposas ni sonrisas, en su lugar sentía una punzada en el pecho y un nudo en el estómago. Por última vez caminó hasta su ventana con la esperanza de verlo llegar volando, o parado sobre el marco, listo para sonreírle en cuanto sus ojos se encontraran.

Esperó y esperó, apretando las páginas de su cuento sobre el pecho, conteniendo sus ganas de llorar. Esperó que llegara a salvarla de todo lo que le había dicho su padre sobre sus poderes, a salvarla de sus noches en vela, su pánico constante, sus pensamientos intrusivos y de la agonía que la consumía día con día. Si el muchacho había descubierto la verdad tenía que volver. Volver a decirle que eran iguales y que ella era tan importante, mágica y buena como el viento, el agua, los guardianes y él.

Pero ya habían pasado tres semanas y le había prometido que serían sólo dos días.

No podía negarlo más. La había abandonado.

No eran iguales. Él era un guardián, un ser escogido por la luna, y ella una maldición. Era la culpa y el recordatorio de haber destruido a los verdaderos mágicos y buenos.

—Jack—suplicó con dolor. Nadie le respondió esta vez. —¿Jack?

Jamás creyó que el silencio pudiera doler, sin embargo, no recibir respuesta le dañó el corazón, le hacía daño en lo profundo de su ser. Ya ni podía distinguir que tipo de dolor era: interno, mental, físico o emocional. Ahí estaba y no podía seguir ignorándolo.

Ya no podía seguir esperándolo. No estaba cuando más lo necesitaba. Había roto su promesa. Las lágrimas volvieron a invadir su rostro. Soltó el cuento, sin importarle que sus hojas se extendieran por el suelo.

Quería a su Jack Frost de vuelta. Era lo único que quería en ese momento. Pero aferrarse sólo le haría más difícil lo que ya era tormentoso. Si quería llegar a ser feliz, volver con Anna, sentirse normal y sobrevivir tenía que olvidar todo lo que su amigo le había dicho y enfocarse que le ofrecía su padre: seguridad.

—Mentiroso—escupió dolida, haciéndose un ovillo en su cama con los guantes puestos.

Y con esa palabra dejó de creer en él. 


N/A

POR FIN!! UN CAPÍTULO QUE FUE REESCRIBIR Y NO ESCRIBIR DESDE CERO
Cambió muchísimo pero el trabajo fue menos, además, fue cortito :)

Y triste. Ah. Un capítulo más y ya seguimos el rumbo de la película en línea recta. Eso me emociona mucho mucho, no tienen una idea cuanto. Espero que también a ustedes

Bueno, gracias por leerme, lo hacemos de nuevo en cuanto terminé el siguiente capítulo y yo los leo a ustedes en los comentarios<3

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora