6 La quería a ella a su lado

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Oscuridad. Ese es mi primer recuerdo. Estaba oscuro, hacía frío, y tenía miedo.

Pero luego, luego vi la luna. ¡Era tan grande y era tan brillante! ¡Y parecía ahuyentar la oscuridad! Y cuando lo hizo, ya no volví a sentir miedo.

¿Por qué estaba en ese lugar y qué era lo que tenía que hacer? No lo supe durante mucho tiempo. Y parte de mí se preguntaba constantemente si algún día lo sabría.

Me llamo Jack Frost, y soy un guardián. ¿Qué cómo lo sé? La Luna me lo dijo. Y cuando la Luna te dice algo, debes de creerle. Gracias a ella encontré mi camino.

Yo puedo ayudarte a escucharla. Sólo debes creer en mí, a cambio, yo también creeré en ti, Elsa.



La princesa permaneció estática en su lugar. Releyó la última línea un par de veces para estar segura de que las palabras ahí escritas decían lo que creía. Hojeó las páginas y volvió a leer desde el principio el pequeño relato, acompañado de un par de ilustraciones de la Luna, y de un pequeño muñequito vestido de forma singular con dos puntitos como ojos y una sola línea curva como sonrisa.

Frío y miedo. Así empezaba el cuento.

¿Eran una coincidencia esas dos palabras?

Tenían que serlo, porque por la letra y el lenguaje empleado, podía estar segura de que los que habrían sido los principales sospechosos, Anna y sus padres, no eran responsables de lo plasmado en aquellas páginas. Alguien externo a su familia le había dejado aquel relato, pero nadie además de ellos sabía de sus poderes. Más importante aún, quien quiera que fuera ese alguien, también acababa de fabricarlo, la tinta era reciente. Alguien lo había hecho conscientemente, al tanto de lo ocurrido la noche anterior.

La lógica le decía que no podía tratarse de ese "Jack Frost". Jamás había escuchado sobre él, sobre guardianes o lunas que hablaran. Y de ellos trataba todo el cuento. De cómo a él la Luna lo había salvado de la oscuridad. ¿Aquello que podía significar? ¿Y por qué la Luna tenía vida? ¿Sería ella quién la salvaría? ¿Era eso posible?

Terminó de leer el cuento. Decía exactamente lo mismo que la primera vez. Ahí estaba su nombre escrito. El destinatario de aquel extraño mensaje. Si no hubiera sido por conocer a los trolls y a su magia, todo aquello le habría resultado difícil de creer, imposible. Ahora no. Porque, hace tan sólo algunas horas tampoco sabía de ellos y, sin embargo, existían. ¿Por qué no sería igual con Jack Frost?

La princesa estaba tratando de darle forma a sus pensamientos cuando sintió una extraña brisa proveniente de su ventana cerrada. Al voltear por reflejo pudo ver, tal y como la mañana anterior, al vidrio llenarse de escarcha, lo cual era extraño, porque sus manos seguían posadas sobre el librillo y su espalda estaba erguida, sin tocar la pared. Confundida, miró a su alrededor, pero no encontró ningún rastro en sí misma o en lo que tocaba, que indicara el provenir del hielo. Volvió sus ojos y permaneció con la vista fija en la ventana, tratando de entender lo que estaba pasando. Fue observando con detenimiento cuando notó una sutil diferencia entre el hielo que ahí había y el que ella solía crear: al extenderse por la superficie, aparecían formas, pero no sus usuales copos de nieve de colores o el hielo blanco y sin encanto que surgía cuando estaba asustada. No. Era distinto. Como la tinta extendiéndose en el papel cubierto de agua, con trazos suaves y delgados que parecían pétalos y hojas que crecían y se multiplicaban sin prisas, de manera hipnotizante. Podría verlo crecer para siempre.



Con la atención de la niña puesta en su creación, Jack apartó su báculo de la ventana y se agachó detrás de Elsa, a pocos centímetros de tocarla. Se arriesgó a pasarle el brazo por encima del hombro, cuidándose de que no hubiera contacto, y aproximó su dedo índice al vidrio. Dibujó con el calor de su piel sobre el hielo dos puntitos, debajo de ellos, una línea curva. Sintió como Elsa tomaba aire sorprendida y aguantaba el aliento. Dibujó la forma de su cabeza como un medio círculo e hizo igual para sus orejas. Agregó con líneas varias sus cabellos alborotados como detalle final y se alejó unos pasos de la princesa que, con los ojos bien abiertos, aún no dejaba salir el aire.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora