20 ¡Silencio!

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Elsa había logrado distraerse con éxito, e incluso le sacaba provecho a su distracción. Kai la guio y presentó con todos los socios importantes del reino, los cuales fueron muy amables y se mostraron alegres de conocerla por fin. Muchos le dieron el pésame por sus padres y halagaron su control de la situación. Aun cuando había tenido que tomar el control del reino a muy temprana edad había hecho un gran trabajo y no tenían dudas de que lo mantendría así a pesar de ser aun una mujer joven.

Platicando con tantas personas diferentes Elsa se sintió más preparada para ejercer su deber como reina. Supo con quienes quería seguir manteniendo una relación cercana a Arendelle y con quienes tendría que proceder con precaución. Para su buena suerte, nadie le inspiraba tan mal presentimiento como el Duque de Weselton.

Claro que también los presentes indagaron en ella. La cuestionaron demasiado sobre la razón de cerrar las puertas en Arendelle y mantenerse prácticamente desconocida para todo el mundo. Elsa sabía exactamente qué contestar:

—Me temo que es una medida de seguridad. Cuando mi hermana y yo éramos pequeñas hubo varios accidentes que obligaron a mis padres a tomar esa decisión.

—Bueno, varios años han pasado. ¿No planea abrir las puertas de nuevo?

Claro que no, pensó Elsa. Pero se obligó a sonreír y a evitar las respuestas directas.

—Sigo indagando en el tema para llegar a la mejor opción.

Después venía la pregunta que le causaba más incomodidad. Matrimonio. Varios hombres le insinuaron formar una unión con ellos alegando que casarse le podría traer varios beneficios a su reino además de una sonrisa más grande a su rostro. Elsa tenía que forzarse para no mostrar en su cara lo que pensaba. Les volvía a sonreír y con una inclinación se excusaba para alejarse de ellos. Lo más acertado en esa situación quizá sería reír un poco, coquetear y rechazarlos con amabilidad, pero no tenía intención de alargar esa conversación con nadie. Después de todo sus decisiones estaban tomadas: ella nunca se casaría. Viviría tranquilamente y sola el resto de su vida, escondida entre las paredes de su castillo, en las sombras. Probablemente llegaría el momento en que Anna se casaría, después de todo siempre había soñado con eso y era una romántica de corazón, uno de sus hijos tomaría el mando de Arendelle. Y entonces....

Elsa alejó los pensamientos de su mente mientras entablaba conversación con alguien más. No servía de nada estar pensando en eso ahora. Después de todo, nada de eso se daría pronto.

—¡Elsa!

La reina dio media vuelta instintivamente, feliz. Ahí venía Anna de nuevo.

—¡Perdón! Reina—se corrigió haciendo una inclinación. Por su cara de felicidad, su hermana intuyó que la conversación de antes quedaba en el olvido.

Con gran alivio Elsa se despidió de los hombres que estaba atendiendo y le dedicó su atención nuevamente a la princesa. Y al joven que venía con ella.

—Le voy a presentar—dijo Anna jalándolo suavemente del brazo—, al príncipe Hans de Las Islas del Sur.

—Su majestad.

Elsa los miró uno a uno consecutivamente, completamente confundida. Inclinó la cabeza hacia Hans para saludarlo, sin pasar por alto como el par entrelazaba sus brazos y se apretujaban uno con otro. Algo no estaba bien.

—Nos gustaría- —dijeron al unísono. Se miraron, se rieron como tontos y volvieron su vista a la reina.

—Su bendición—continuó Hans riendo de nuevo. Volvieron a mirarse y a reír. A Elsa la estaban sacando de quicio.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora