35 Deja que te ayude

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Atendió las reuniones puntualmente cargando siempre con un cuadernillo y su pluma especial. Jamás tomó notas de nada. Apenas escuchaba. Por suerte, su ayuda no era del todo necesaria, Elsa había dejado todo en orden, con reglas y encargos a varios de los empleados, con instrucciones precisas para Kai y Gerda de qué hacer en su ausencia.

Además de una opinión o alguna pequeña emergencia de algún plebeyo sus servicios no eran del todo requeridos. Así que una mañana se tomó la libertad de dejarle a Olaf la tarea de acompañar a Gerda a revisar que cuartos del palacio necesitaban mantenimiento. No le costó convencerlo, con prestarle el cuaderno y la pluma el pequeño ser soltó un grito de emoción y prometió hacerse responsable de todo. Gerda lo dudó un momento, el cariño que le tenía el muñeco la hizo ceder.

Así se vio libre por una tarde y salió hacia el huerto de calabazas.

Necesitaba un momento sola, aunque ya se sintiera así la mayor parte del tiempo. Lo que necesitaba era otro tipo de soledad, uno menos deprimente. Estaba cansada de pasearse por los pasillos en silencio, fingiendo sonrisas para quienes se cruzaban por su camino. En los jardines tampoco encontró privacidad, le aterraba que alguien notara que se frotaba las manos como Elsa y su papá. Andar por el pueblo era aún peor. Los súbditos interpretaban sus sonrisas a medias como invitaciones para hablarle, como si fueran sonrisas verdaderas. Al principio le decepcionó que no lograran descifrar su cambio de humor, desesperada porque alguien le pusiera atención de verdad, después, al ver su reflejo en el espejo de una modista se sorprendió al ver que lucía como siempre. Su sonrisa era perfecta después de trece años de actuación. Aquel muro impedía que descubrieran sus verdaderos sentimientos. Resultaba reconfortante y decepcionante. Ansiaba porque alguien lo rompiera y al mismo tiempo hacía todo por impedirlo.

Por eso cuando alguien sí notó la farsa prefirió huir, temiendo que su protección perfecta se estuviera rompiendo. Por eso llevaba esas dos últimas semanas evitando a Kristoff con la excusa de hacerse cargo del reino, con una sonrisa falsa que no lograba arrebatarle una de vuelta a su novio. Quería confiar en él, correr a sus brazos para que la consolara y la abrazara. Su temor se lo impedía, el temor de depender demasiado de su apoyo y que terminara dejándola. Como hicieron sus padres, como hizo Hans, y como volvía a hacer su hermana.

Quizá no quería estar sola, pensó llegando al huerto. Sabía exactamente de quien quería la compañía, pero una parte de ella estaba tan furiosa, tan dolida... No lo admitiría en voz alta. Lo hizo antes e igual la dejó. Varias veces.

Se hizo un ovillo entre las hierbas y las calabazas, buscando paz dentro de ella. Cada vez que creía que todo estaba resuelto surgía un nuevo problema, su mundo se tornaba de cabeza. Justo cuando era feliz alguien más no lo era y volvían a cambiarle los papeles. Volvía a ser esa princesa que no se entera de nada además de lo que cuenten las pinturas del salón.

No quería lamentarse, trataba de convencerse de que no le hacía daño. Pero no podía, aquello le dolía. Elsa se había ido a buscar a un ser invisible que al parecer la conocía de toda la vida, alguien que le faltaba, alguien a quien tenía que encontrar sin importar qué ni nadie. Le dolía porque esa persona para ella fue Elsa, siempre era Elsa. ¿Acaso no podía siquiera ayudarla? ¿No era suficiente? Quizá no importaba, después de todo era hermanas y siempre lo serían, nadie podía quitarle ese lugar.

Estaba bien.

Estaría bien.

Algún día aprendería a estar bien.

Pero justo ahora eso no era verdad.

No, no podía ayudarla. Eso le dijo ese día. No tenía poderes. Ni para protegerse ni para apoyarla. No pudo ayudarla en la infancia, ni en la adolescencia. No podía enseñarle en sí misma magia o milagros y al parecer tampoco amor. El amor con el que le salvó la vida ya no le era suficiente a Elsa. Quería brillar con ella, quería que los ojos de Elsa se iluminaran al mencionarla como lo hicieron en el cuarto, cuando le habló de Jack.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora