14 Días transformados en desesperanza

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Tenía lo necesario para tomar una decisión. Tenía la historia, las razones, las causas y las consecuencias. Aun así, se dedicó a pensarlo, analizarlo, sosteniéndose de una esperanza vacía y repetitiva: todo va a estar bien.

¿Qué más necesitaba para darse cuenta que la historia de Elsa no estaba destinada a un final feliz? No todos podían vivir felices. En el mundo existen injusticias, dramas y tragedias. Quizá la vida en Arendelle estaba condenada para siempre. No se puede salvar a todo el mundo. Aunque todo indicaba que su estilo de vida los salvaba de algo mucho peor.

¿Entonces qué? Iría con la princesa, le diría que no podía cambiar su condena y qué todo lo mágico y bueno no hizo referencia nunca a ella. Lo mejor era esconder, no sentir y que nadie se enterara. Pero tranquila, que aquí voy a estar yo, Jack Frost, cuidando que no se te salga de las manos ni un solo rayo de luz, haciendo el tonto porque, aunque no puedo hacer nada por ti, no puedo irme, tampoco puedo hacer nada por mí. Porque también estoy condenado. Alguien me condenó.

Lo condené, es cierto.

Ese fue sólo el inicio del caos de Jack. Abandonado en el tiempo. A punto de abandonar ahí toda su esperanza. A punto de abandonar a Elsa, a sus amigos y a sí mismo. No había misión ahí para él. Nunca la había habido.

En medio del bosque, en completa soledad trató de repetir sus opciones. De encontrar un fallo en la lógica que lo consumía. Una grieta en ese gran muro de piedra que separaba al castillo de su reino. Tarde o temprano Elsa sabría la historia. Sabría del miedo que no sólo podía consumirla a ella, sino a la gente. Recordaría la terrible imagen que Pabbie le había puesto al frente y Anna, con su mechón blanco, sería el recordatorio de todo lo que podía salir mal. Que incluso un accidente significaba catástrofe.

No había forma de seguir ayudando a Elsa en las sombras e inundarla de fe, no cuando la historia demostraba la consecuencia más cruda. ¿De qué serviría creerse que su magia tenía algo bueno? ¿Quería ser quien intentara salir, enseñarles a todos sus verdaderos poderes con la esperanza de que la aceptaran, así como era? ¿Y si su esperanza era estúpida? Con la posibilidad de terminar asesinada no valía la pena arriesgarse. Jack no podía seguirle enseñando y arriesgarla así. Arriesgarla a otro accidente sólo por querer que sonriera un poco. Sólo por querer regresar a casa.

Además, estaba la amenaza de la mujer misteriosa. Bajo ninguna circunstancia debían de revelarse al pueblo. Algo despertaría y vendría por los usuarios. Y no tendría piedad.

Una parte de Jack le decía que lo que despertaría era el miedo en la gente, que lo que estaba dormido era nada más y nada menos un recordatorio de la amenaza que podía suponer el pueblo. Una repetición. Pero, aun así, era sospechoso. Y el muchacho tenía otra idea de lo que era ese algo.

La mujer.

La misma que habló con los Trolls la primera vez. La que les contó la historia. No confiaba en ella. Lo más probable es que la advertencia fuera sobre su regreso. Ella podría volver y acabar con todos. No sabía por qué. Aun le faltaban piezas a ese rompecabezas. Pero si tenía razón, la mujer se había inducido el sueño de la bella durmiente, y despertaría si Elsa y su familia se liberaban. Y acabaría con ellos. Probablemente por venganza.

Era una inmortal. Los que habían muerto también eran de los suyos.

Tenía sentido. Demasiado sentido. El muchacho no dejaba de caminar de un lado a otro maldiciendo la realidad. Aun no podía aceptarlo. Si fracasaba, si tenía que darle esa verdad a Elsa no sólo la destruiría a ella... ¿Qué pasaría con él?

No había forma de empezar una nueva vida. Sabía perfectamente que no podía estar jugando en el pasado, con la posibilidad de alterar el futuro. La intervención con las princesas de Arendelle estaba segura, ya que ahí lo había llevado el portal. Pero no podía hacer nada más. No. Además, no quería.

Quería su casa, sus amigos, sus ciudades, su vida, todo de vuelta. No quería pensar en nunca volver a ver a Norte, Sandy, Tooth, Aster y Jamie. No quería volver a ser invisible, a estar solo. Era una vida miserable, triste, dolorosa. Le había costado tanto cambiarla, casi la muerte. Había ido hasta el fin del mundo y de las posibilidades por conseguirlo. Una familia. Un lugar al que pertenecer. Un amigo. No podía simplemente rendirse.

¿Y si iba con Anna? No. Era intensa, descuidada. La única feliz viviendo en la ignorancia.

¿El rey? ¿Iduna? Cómo si no supieran más que él de todo ese asunto. Además, un adulto jamás lo vería. Ni el tan famoso Norte era visto por adultos.

¿Volver con Pabbie? Había pocas cosas que quisiera menos. Su resignación y sumisión le desesperaban.

¿Buscar más ayuda? ¿A los guardianes?

Alzó la cabeza, en algún momento se había sentado con la cara entre las rodillas.

Quizá pudieran ayudarlo. Pero era arriesgado, significaba sacar a la luz el secreto de Arendelle, y ellos querrían involucrarse. Y si lo hacían, la amenaza despertaba y tendrían que enfrentarla todos sí o sí.

Y Elsa era apenas una niña.

Ahora estaba sobre un árbol sentado. Desde ahí veía el castillo. Sintió sus ojos empañarse. Le había llegado la más grande verdad por fin. Una que no podía ignorar. Que debía respetar.

Elsa era apenas una niña.

El riesgo era muy grande para una pequeña de ocho años. Si algo, si cualquier cosa salía mal, era una niña la que pagaría el precio. La que podía morir. Debía respetar su niñez, su vulnerabilidad. Protegerla. Su deber era proteger a los niños del mundo.

Entonces comprendió que no era el momento de ayudarla. Y menos de tomar una decisión por ella. No sabía cómo, pero aquello, si debía resolverse, tendría que ser en el futuro. Cuando Elsa fuera mayor.

Jack había llegado a su niñez sólo para conocerla, para conocer la historia. Pero no era el tiempo de ayudarla.

Se sacó el portal del bolsillo. El que lo empezó todo. Con un último rayo de esperanza lo lanzó al frente, esperando que se abriera, que lo dejara ir.

El portal cayó al suelo. Aun no era hora de irse.

Sus sospechas estaban confirmadas. Ya sabía lo que tenía que hacer. Le aterraba y lo destruía. Pero era lo correcto. Para Elsa y para él.

Lo que más le pesaba es que tendría que despedirse. Dejarla. No tenía idea de donde iba a sacar la fuerza para hacer eso. Fue ahí cuando también se dio cuenta de que la quería. De que la extrañaba. La iba a extrañar mucho más. Había empezado todo por sí mismo, para lograr volver. En algún momento lo había hecho sólo por ella. Lo que ahora le daba calma era saber que ella iba a estar bien. 

En verdad se había vuelto su mejor amiga.

Miró al castillo una vez más. Era la puesta del sol. No sabía cuánto tiempo había pasado. Era normal que siendo un ser inmortal se perdiera la noción del tiempo, significaban segundos en sus siglos de vida. Lo que se sintió como horas para Jack fueron días para Elsa. Días transformados en desesperanza.

Sin darse cuenta, ya la había dejado sola.



N/A

No tengo muchas ganas de escribir nada sobre este capítulo. Me puso muy triste jaja...

Espero que les esté gustando la historia hasta ahora. Yo sé que no es muy romántica, y que es algo lenta, pero espero la disfruten tanto como yo. Creo que es bonita y que se va poniendo mejor :)

Gracias por leerme, lo hacemos de nuevo en cuanto acabe el siguiente capítulo, y yo los leo a ustedes en los comentarios<3

Trilogía: A Través Del TiempoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu