23 ¿Qué vas a saber tú de amor?

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Jack habría evitado que Anna fuera tras Elsa, o, siendo francos, la hubiera acompañado, pero cuando se dio cuenta de su ausencia parecía que llevaba mucho tiempo fuera de Arendelle. La voz autoritaria de Hans resonando por todo el castillo le dio la noticia:

—Temo que la princesa Anna ha insistido en ir tras la reina—le explicó a Gerda, quien había comenzado a interrogarlo sobre el accidente en cuanto lo vio entrar de vuelta en el salón—. Insistió en que no le haría daño a ella.

Jack estaba examinando los picos de hielo que habían desenmascarado a su amiga. Recién despertado sus movimientos y pensamientos eran lentos, y no podía asegurar cuanto tiempo llevaba ahí parado después de haber estado buscando su cayado por todas partes, el cual, aun no encontraba.

—¡Ella jamás ha ido más allá del pueblo! —Lo regañó Gerda—. ¡Debió de ir alguien con ella!

—¿Y arriesgar a nuestros hombres? Nadie nos asegura que no sea igual a ese monstruo—interrumpió un viejo, bajo y narizón sin ninguna vergüenza, el mismo al que Jack había golpeado anteriormente. El muchacho iba a repetir su hazaña cuando Hans se le adelantó, notoriamente harto del sujeto y sus intervenciones.

—Creo que Anna y yo le dejamos claro hace una hora que es normal. Y no permitiré que la siga insultando ni a ella ni a su hermana mientras yo esté al mando.

Los murmullos en el salón se apagaron y todos los nobles voltearon a mirarlo. Kai, el mayordomo, se acercó a Hans y habló a la pequeña multitud:

—Dada la ausencia de la reina, Anna queda como heredera legitima del trono de Arendelle. Sin embargo, esperando por que la situación cambie, ha ido en la búsqueda de su hermana y ha dejado a cargo al trigésimo hijo del rey de las Islas del Sur, prometido de la princesa: el príncipe Hans.

Jack alzó una ceja. ¿Prometido? ¿El treceavo en la línea de sucesión? ¿Islas del Sur? ¡¿Prometido?!

Notó el orgullo en los ojos del príncipe, pero no al presentar su origen ni su lugar familiar, ni siquiera al mencionar a Anna. Había agrandado la sonrisa sobre la mención de su deber con Arendelle. A cargo.

Entonces, completamente horrorizado, se percató de un detalle mucho más importante que un hijo que jamás sucedería el trono de su reino: Anna era la que quedaba para reinar Arendelle. Y Elsa había huido porque ya no tenía refugio en el castillo.

Los reyes estaban muertos.

Elsa estaba sola y no sabía desde hace cuánto. ¿Por qué? ¿Por qué no había despertado antes? Debió de haberla sentido, debió de haberlo llamado, se despertaría cuando tuviera que ayudarlas, así es como funcionaba. ¿Qué había pasado con Elsa después de aquello? ¿Qué les había pasado? ¿Pabbie sabía sobre aquel terrible suceso? ¿Es que nadie había velado por la seguridad de las dos princesas?

Necesitaba encontrar su cayado. Y rápido. Necesitaba intentar descongelar el reino, ayudar a controlar el poder de Elsa como cuando era pequeña. Si no podía, entonces debía ir con Pabbie, porque fuera lo que fuera que se despertaría si el poder de la familia salía a la luz, ya debía de haberlo hecho. No sabía dónde estaba su amiga, si estaba a salvo, pero al menos nadie además de Anna la estaba persiguiendo.

Anna. Dulce, intensa, torpe Anna. ¿Estaría ella bien?

Y Arendelle... ¿estarían bien con Hans?

A simple vista parecía buen hombre. Estaba comentando que ya habían asignado un toque de queda para el pueblo y que debían de sacar todos los abrigos y cobijas del castillo para repartir a los ciudadanos que lo necesitaran. Además, era encantador, con sus ojos contagiaba el optimismo y su innato sentido de liderazgo era innegable. Pero mientras que cualquier hombre podía percatarse de la belleza y los encantos de Anna, no cualquiera se comprometería con ella tan pronto. Incluso un caza recompensas se tomaría el tiempo de evaluarla primero.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora