50 Volviendo a conocernos

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Elsa no podía dormir. Su mente le daba vueltas a la plática que tuvieron con Norte, al secreto que le reveló a Jack sobre sus pensamientos suicidas, a mi nombre "Katherine", al portal mágico... Y esa era sólo la primera parte. El resto le ponía los nervios de punta y le impedía dejar de fruncir el ceño al techo.

—Pabbie... —susurró con tedio.

Anna les había contado todo apenas llegaron. La manipulación de la mente a todo quien dejaba Arendelle, recuerdos sólo recuperados si se regresaba. Amnesia generalizada. Sentía ganas de arrancarse el cabello sólo de recordarlo. Aun cuando se creyó libre la seguían escondiendo y jamás se lo dijo. La protegía de lo desconocido, pero jamás de las consecuencias. De nuevo pensó en su pobre padre, en su miedo compartido y quiso llorar por él y por su dolor que jamás fue capaz de sanar.

Era demasiado.

Y aun no sabían qué los estaba amenazando.

Elsa se giró de lado y miró la pared fijamente. Jack prometió ir a ver a Pabbie al día siguiente, ni Anna ni Elsa querían acompañarlo.

—Anna... —susurró de nuevo con pesar.

Su pobre Anna que la miró con el corazón roto cuando la mayor admitió que su deseo era ser normal desde niñas. No hizo falta contarle sobre sus oscuros pensamientos al crecer para que la entendiera. La princesa no volvió a mencionar a su madrina ni a quejarse de no acompañarlos durante la última conversación, más enfocada en repetirle a Elsa que era maravillosa con o sin poderes y que la ayudaría con lo que fuera que pudiera hacerla feliz.

¿Por qué todo tenía que impactar en Anna siempre?

La reina gruñó contra su almohada y cerró los ojos, tratando desesperadamente de dormir.

—No sientas, Elsa... —se dijo en un murmullo, tratando de alejar los malos sentimientos como si aun pudieran cubrir su entorno de hielo—. Piensa en algo feliz...

Aquello fue peor.

Recordó el beso.

Se sentó de un salto y se cubrió la cara con vergüenza.

No. No podía pensar en eso o definitivamente no iba a poder dormir.

—Piensa en algo triste de nuevo —dijo con frustración, pero ya era tarde, la escena ya se estaba repitiendo en su mente una y otra vez junto con aquellas palabras bellas y malditas: Mi deseo más grande es que seas feliz.

Gimió con angustia y ternura. Jack podía actuar como un payaso o un niñote la mayoría del tiempo, pero desde siempre sus palabras sinceras y de consuelo derribaban todas sus defensas. Desde niña tuvo ese efecto en ella, sentía tal admiración y esperanza a su lado que no podía evitar soñar con su sonrisa y anhelar sus miradas. Nunca antes se atrevió a imaginar un beso, ni siquiera de adulta. Nunca antes le había interesado un beso siquiera, incluso ahora no sentía la curiosidad o necesidad de repetirlo. Si lo recordaba, lo quería y la llenaba de ansiedad era por el significado que podía cargar: ¿Para Jack qué representaba?

—¡Maldición!

Elsa se levantó de la cama. Se amarró un paño en la cabeza, botas en los pies y salió a hurtadillas de su cuarto. Por suerte Olaf dormía con Anna esta noche y el guardián insistió en quedarse en la bibioteca buscando información.

En silencio, la reina bajó las escaleras y cruzó la puerta principal sin alertar a nadie. Hace mucho que no hacía esto y quizá lo más prudente fuera hacerlo en su cuarto, sin embargo justo ahora sentía la necesidad de sentir el aire frío en la cara y, como hacía antes en secreto, dejar que la adrenalina del peligro y lo prohibido le concedieran un momento de control.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora