48 Secretos

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Pánico la estaba pasando muy mal con las lluvias. Cada gota que lo tocaba se volvía vapor y le nublaba los ojos. Se refugiaba en un bote de remos roto, abandonado entre un montón de cosas cerca del castillo, cubriendo su cabeza con algunas maderas podridas, insultando en voz baja a Grito que logró convencer a su ama de mandarlo a él a vigilar. Mientras tanto, ella había seguido a la princesa, al loco que hablaba con renos y al muñeco de nieve desesperante. Y él esperaba bajo la lluvia cualquier cosa para reportar. Sin reporte no se le permitía regresar.

Por suerte para él, llegaron dos figuras corriendo al castillo. De la mano. 

Alzó la cabeza y una ceja al verlos. Ella lucía muy diferente con el cabello oscuro, pero indudablemente era la reina, la misma a la que siguió semanas antes y con quien tuvo un enfrentamiento breve. Además del cabello y su piel ligeramente apiñonada, no mostraba mayor cambio. Seguía peinada con su misma trenza, sus ojos tan azules como siempre. La otra figura era nueva, sin embargo, conocida. Parecían los poderes robados de la reina vueltos persona en una especie de versión masculina. El cabello blanco, los ojos claros. Tenían hasta la misma estatura.

Pánico salió de su escondite con sigilo, moviéndose por los arbustos, rezando para que el vapor no captara la atención del par. Por suerte estaban distraídos, mirándose por turnos, apartando la vista cuando el otro se daba cuenta. Parecían incómodos, aunque se apretaban la mano con fuerza y no se soltaron en ningún momento. Lograron llegar a la entrada sin escurrir, escapando la cumbre de la tormenta. El muchacho se sacudió como perro, la reina se rio un poco cubriéndose de las salpicaduras. Abrieron la puerta con sigilo, él entró delante y se asomó, asegurándose que no hubiera nadie. La jaló con suavidad y se perdieron de la vista de Pánico.

La pequeña criatura abrió un hoyo en la tierra y se deslizó por el túnel a gran velocidad. Su ama debía enterarse de aquella extraña presencia cuanto antes.

❆❆❆

Anna estaba dando vueltas en el salón de las pinturas, mordiéndose la uña del pulgar, tratando de concentrarse en no quebrársela. Lo que acababa de descubrir no podía esperar a contárselo a Elsa y Jack, aunque se temiera que aquella información sólo serviría para agravar la relación de los trolls con la reina. No era tonta, se daba cuenta cada que los mencionaba de la tensión surgiendo en el cuerpo de su hermana. Las excusas para no acompañarla a ver a Pabbie, los cambios de tema, el nulo contacto visual y algunas veces, el puño cerrado con fuerza. No se atrevió nunca a preguntarle por qué el enojo, procuraba no insistirle a Elsa si no se trataba de algo fundamental. Ahora era fundamental, tendría que compartirle la razón de sus molestias después de que Anna revelara sus sucias artimañas.

De toda esa tarde fue Grito espectadora, siguiendo a la princesa desde las sombras con una sonrisa mezquina.

Ella, a diferencia de Pánico, era mucho más proactiva e independiente. Si nunca había sido la encargada de seguir a la reina era porque no era igual de sigilosa y, además, le aburría muchísimo esa mujer. Tan sensible, sentimental, correcta y elegante. El sólo pensar en pasar rato con ella, aunque fuera acosándola, le provocaba sueño. Por otro lado, Anna, intensa, torpe y alegre resultaba mucho más interesante. Después de esa tarde confirmó que era la hermana que mejor le caía. Además, era a quien el Hada Madrina se acercó, y cualquier persona que se amistara de su querida V, no importa la circunstancia, valía la pena conocerla. Por eso tuvo que seguir el trineo fuera del castillo hacia el bosque y encontró la guarida de los trolls a través de la espesura de la niebla y del camuflaje que utilizaban haciéndose pasar por piedras.

Vio descender del trineo a la princesa de un brinco, sin esperar a que su novio le ayudara a bajar. Detrás de ella fue el muñeco de nieve, hablando sobre cualquier estupidez, saludando a los trolls con una sonrisa aun más estúpida. Anna se aproximó con pasos firmes hasta el troll más viejo de todos.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora