19 Es peligroso soñar

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Disclaimer: Este capítulo contiene diálogos y situaciones originales del libro "A Frozen Heart" de Elizabeth Rudnick, en las escenas de Hans y Anna. Créditos a ella.
Además, les recomiendo que lean su libro si les interesa saber más sobre Hans y les gusta tanto el personaje como a mí.
Disfruten el capítulo :)

Elsa estaba viendo el retrato de su padre. Serio, un poco nervioso, confiado y guapo. En una mano cargaba el orbe y en la otra el cetro. En la cabeza la corona. No llevaba guantes.

A pesar de la calma que había aprendido a aparentar en los últimos años, la princesa estaba aterrada. Llevaba demasiado tiempo usando los guantes, nadie recordaba haberla visto sin ellos. Sus nervios le jugaban en contra cada que practicaba, sus manos congelaban las joyas reales falsas y eso sólo empeoraba su ansiedad.

—No los dejes entrar, no los dejes ver. Sé buena, como siempre debes ser.

Se dijo en voz alta, una oración agregada por sí misma al rezo de su padre.

—Esconde, no sientas y no dejes que sepan.

Un movimiento en falso y lo sabrían todos.

Pero era sólo hoy y nada más. Lo podía resistir. Respiró profundo y salió de la habitación. Las trabajadoras la esperaban con calma. Tres a cada lado. Elsa volvió a inhalar profundo antes de decir:

—Abran las puertas.

La más alejada rompió la fila con una sonrisa. Se inclinó ante Elsa rápidamente y corrió a las escaleras. Se dobló sobre el barandal y gritó.

—¡Abran las puertas!

Y pronto esa frase viajó por todo el castillo.

—¡Abran las puertas!

—¡Abran las puertas!

—¡Abran las puertas!

Y con un chasquido y un estremecimiento los portones se abrieron. Elsa caminó lentamente hasta el balcón para ver el suceso con sus propios ojos. No se sorprendió al ver abajo a Anna en la primera fila, brincando de alegría. En cuanto pudo salió corriendo, en lado opuesto de la multitud como si no quisiera regresar jamás.

Elsa sonrió con tristeza hasta que perdió a su hermana de vista.

—No sientas, Elsa—se dijo en voz baja antes de volver al interior.

—Su majestad —la saludó Gerda con una reverencia apenas entró.

—Aun no tienes que inclinarte.

—Estoy practicando, hace mucho que no hago esto y temo que mis rodillas truenen.

Elsa rio suavemente.

—Su majestad—repitió la señora—. Me temo que hay un problema. No es nada grave, es sobre los manteles que quería en el salón.

—Oh. ¿Los rosas?

—Sí. Verá, estaban en un baúl arriba, en el ático. Pero no podemos abrirlo.

—¿No encuentran la llave?

—No tiene llave, al parecer está... ¿pegado? O más bien congelado. Está helado, princesa.

Elsa se quedó perpleja. Le hecho una rápida mirada a sus manos enguantas, juntas frente a su regazo. No había forma de que aquello fuera su culpa. ¿O sí? Pero como es que un solo baúl estaba congelado y no el resto del ático, o del castillo. Ni siquiera había un camino que la siguiera. Definitivamente tendría que ir a verlo después, por ahora debía concentrarse en las certezas del día a pesar de querer correr a confirmar que no era su culpa.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora