3 Podemos protegerla

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No tardaron en escucharse golpes en las puertas. Instintivamente, Jack se colocó delante de las princesas con el cayado al frente. En ese momento lograron entrar un hombre y una mujer al salón, los padres de las niñas. Vieron a su alrededor durante un segundo, impactados, y luego se volvieron a Elsa, sentada en el suelo en medio de aquello, como la responsable de todo lo que podían ver.

—Elsa, ¿qué has hecho? —dijo su padre asumiendo todo lo que pasaba con rapidez. Su madre se llevó ambas manos a la boca reprimiendo un sollozo y corrió hacia las pequeñas aterrada, siendo seguida por su esposo—. ¡Se está saliendo de control!

—¡Fue un accidente! —explicó Elsa nerviosa antes de susurrarle a su hermana con el corazón partido que lo sentía.

La reina se agachó y tomó con precaución a la pequeña herida en brazos, sintió un escalofrío con el primer roce.

—Está helada.

—Sé a dónde ir—anunció el rey con una voz grave.

Los tres se pusieron de pie con rapidez. Elsa y su padre intercambiaron una rápida mirada que ella se sintió obligada a apartar.

—Ve por los caballos, las alcanzó enseguida. Elsa viene también—mandó sin quitarle la vista de encima a la princesa.

Tras un segundo, el rey salió corriendo y la reina miró a su hija mayor con los ojos muy abiertos. Apretó los labios y trató de tomar a Elsa de la mano, pero ésta se apresuró a apartarse y salió disparada detrás de su padre, ignorando por completo los llamados de su madre. La mujer suspiró y apretó a Anna contra su pecho, tratando de darle calor por encima del gran poder que la congelaba. Salió también del salón, dirigiéndose a una dirección diferente.

Nadie más se presentó al lugar del accidente. No se escuchó nada alrededor. Pareciera que los gritos de Elsa sólo hubieran llegado a quién tenían que llegar, y que ellos hubieran estado esperando por el llamado. De otro modo, ¿cómo se habían presentado arreglados tan pronto?

Y todavía quedaban preguntas sin responder en medio de todo ese silencio: ¿Cómo es que no se escuchaba un sólo suspiro de algún curioso? Estaban en un castillo, lo que no faltaría en él serían personas. ¿Por qué había tanta paz en medio de lo que era un caos? ¿Qué estaba pasando exactamente en ese extraño lugar?

—Caballos... —susurró el chico invisible cuando estuvo seguro de estar completamente solo—. ¿Tendrán un Ferrari?

—¡Papá! —escuchó a lo lejos la voz de Elsa. El hielo en el salón no bajaba de intensidad. Era demasiado poderosa. Fue al observar con más atención que vio que el poder la seguía fuera de la habitación, formando un camino azul brillante detrás de los pasos de la princesa.

Sí había algo raro en ese castillo, tal y cómo decían sus amigos. Era imposible que jamás hubiera oído hablar de Elsa. Que su historia se contara solamente entre los muros del palacio y entre cuatro personas. Necesitaba una explicación, claro que sí, por eso no iba dejar el misterio por la mitad. Con gran rapidez salió volando detrás del rastro de hielo, subió las escaleras y entró en un pequeño cuarto en donde al final, Elsa estaba de pie mirando la espalda de su padre, que se movía de un lado a otro leyendo títulos entre dientes de los tantos libros en las estanterías de las paredes. Todo ahí lucía demasiado anticuado, demasiado adecuado para un castillo con muchos años de historia que nadie parecía conocer.

—Fue un accidente—dijo la pequeña alzando la voz entrecortada—. Tropecé y-

—Ahora no, Elsa—la cortó su padre sin prestarle atención, sacando libros y tirándolos al suelo tras hojearlos levemente. Estaba apurado y temblaba, al igual que su hija mayor.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora