36 Hacia lo desconocido

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Recordaba perfectamente cuando la voz se le presentó de nuevo hace unos meses, después del cumpleaños de Anna. La encontró en su balcón, mirando el mar, pensando en quienes se perdieron ahí y en como ella lo cruzó caminando. Y volando. Miraba a través de sus pensamientos cuando el Viento la saludó. Ella, fascinada y aterrada, trató de huir. Ignorarla, creerla otro sonido de la naturaleza no mágico.

Comenzó a seguirla en las noches, manteniéndola despierta. Ella se hacía la loca y abandonaba su habitación seguida de cerca por la conocida canción. Tenía mil razones para ignorarla, empezando por la despedida de su antiguo amigo, terminado con su hermana a quien le debía su vida.

El Viento siguió insistiendo.

En susurros Elsa comenzó a responderle.

—No te escucho ­—le decía, lo que parecía provocarlo. Sonaba más fuerte. —No tenemos nada que hablar, vete. Adiós.

Cerraba las puertas detrás de ella, las ventanas. Corría las cortinas. No logró deshacerse de él. Trató de convencerse de que todo lo que quería y necesitaba estaba entre los muros de ese castillo, tratando de desaparecer el rostro que venía a su mente con cada nota. Porque tenía miedo. Miedo de ir hacia lo desconocido. De lo que podía estar arriesgando al seguirlos a ambos.

—Me estás distrayendo —le dijo en otra ocasión, otra noche en vela—. ¿Qué quieres?

En respuesta siempre obtenía lo mismo, no obstante, siempre entendía una respuesta diferente.

—Vas a hacer que me equivoque.

El sonido cambió.

En lugar de resonar en su cabeza y su alrededor, se alejó. Elsa, temiendo perderla para siempre, la siguió hasta el patio. Corrió detrás de ella hasta cruzar la misma puerta que cruzó al huir de casa tras revelar su verdadera naturaleza. Fue hasta la orilla del mar y se vio reflejada en el agua. Sabía lo que el Viento quería.

—¿Cómo sabes que-

No pertenezco aquí.

No pudo formular su pensamiento en voz alta. Tenía miedo de ser escuchada.

—¿Por qué quieres sacarme de aquí? —Le preguntó en voz alta, sintiendo una opresión en el pecho—. ¿Vas a ayudarme?

Cada día era un poco más difícil mientras su poder crecía. El control era el amor, dominarlo venía con la experiencia, y aunque todos los días usaba su magia sentía que se quedaba corta en sus capacidades. Insatisfecha. Por más temor que sintiera de aquella extraña condición, la parte que quería ir detrás del Viento crecía, su deseo se intensificaba.

De algún modo supo lo que tenía que hacer. Movió las manos a sus lados, dejando salir luces y nieve, el Viento las tomó y comenzó a formar un torbellino con ella en el centro, una niebla para que nadie pudiera ver el espectáculo de adentro. Elsa vio maravillada como aquel ser invisible formaba figuras con sus partículas de hielo. Vio su castillo, vio a Olaf, vio un bosque. Vio dos figuras, un hombre y una mujer corriendo uno hacia el otro. Vio a Jack, volando a su alrededor.

¿Estaba allá? ¿La esperaba? ¿La sentía? ¿Le enseñaría?

Contenta, dejó que el Viento la envolviera, volvió a sentir su abrazo, su frescura. La canción inundando su interior. Extendió los brazos y cerró los ojos. Se sintió ligera. Infló el pecho con fuerza, dejándose llevar, notando como el hielo se transformaba en agua y las gotas le acariciaban el cuerpo.

—¿Elsa?

Abrió los ojos.

Estaba sola. El Viento se había ido.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora