9 Su posible nueva amiga

242 32 46
                                    

Tras la desastrosa primera impresión dada a la princesa de la que dependía para volver al futuro, Jack Frost había salido volando, lleno de vergüenza y ganas de desaparecer de la faz de la tierra. No se le ocurría peor forma de darse a conocer que esa, ni mayor torpeza que podría haber cometido siendo que al inicio todo fue perfecto.

Le había enfurecido el alma el regaño del rey a Elsa, por más dolido que el hombre se hubiera visto, por más calma que trató de mantener, en los ojos de Jack sólo se había reflejado una pequeña niña a la que, por una razón injusta, se le apartaba de lo que más quería. Definitivamente ese señor no le caía nada bien. Si fuera visible para él, le diría un par de cosas sobre las cuales recapacitar.

Pero no lo veía. Y por mucho enojo que la situación le provocaba, fue gracias a ésta que se creó el momento perfecto para contactar con Elsa. Los sentimientos adecuados, la noche, la atmósfera... todo había resultado en éxito, se habían visto... y luego se había caído.

Recordarlo seguía haciendo sonrojar a nuestro protagonista. En 301 años de existencia claro que le ocurrieron varias situaciones embarazosas, pero nada comparado. Era extraño, por un momento, mientras se dibujaba en la ventana con la mirada de la niña fija en él, se pasó por su mente el pensamiento de que aquella forma de ser visto por primera vez, era la mejor forma de todas. Incluso más que la de Jamie. Después de lo ocurrido, Jamie seguía manteniendo el primer puesto. Además, Jamie merecía ese reconocimiento, porque había sido el primero en verlo.

Extrañaba mucho a Jamie.

Acostado de nuevo en el establo, unas cuantas horas más tarde, sus pensamientos volvieron inevitablemente a su época. A sus amigos. Esta vez, al pequeño niño que los había ayudado a detener a Pitch Black. Aun recordaba cómo, a pesar de trazar un huevo de pascua en su ventana, con ayuda de la escarcha como con Elsa, y formar un conejo de hielo que voló por toda la habitación, Jamie no había pensado sólo en Aster, también en Jack Frost. Y así, el guardián de la diversión había sido visto por primera vez. Desde entonces Jamie no sólo era su protegido, era su mejor amigo.

No era raro que pasaran días sin verse, a veces Jack se desaparecía incluso por semanas para llevar el más frío de los inviernos a otras partes del mundo, pero siempre con la certeza de que volvería. No podía evitar extrañarlo de más cuando no sabía el cuándo ni el cómo. Dependía de Elsa para saberlo. De aquella muchachilla que lo había visto caer. Si lograba ayudarla, el portal en su bolsillo debería de llevarlo de vuelta a casa.

Esperaba que el vergonzoso suceso la mantuviera al tanto de su existencia, al menos hasta el siguiente día, cuando fuera a buscarla de nuevo.

Sonrió con optimismo, pensando en su mejor amigo y su posible nueva amiga. Y con ambos en la mente, se quedó dormido entre montones de paja almacenados en el tapanco del establo.

❅❅❅

Acostumbraba a madrugar, y no porque su sueño se viera interrumpido por sus constantes pensamientos, abriéndose paso cada cierto tiempo para despertarlo y mantenerlo así varios minutos. Madrugaba, porque siendo inmortal, su necesidad por dormir era poca, casi nula. Servía solamente para mantener en paz su mente, a su cuerpo no le afectaba. Prefería estar despierto durante las noches hasta la tarde, y descansar solamente una o dos horas antes de la puesta de sol.

Cuando estaba en el futuro, su presente, aprovechaba las madrugadas para inundar los caminos de nieve y congelar los lagos. A veces, cuando aquello no le apetecía, iba a molestar a Jamie o a los guardianes, o permanecía tirado en algún tejado, esperando porque su alrededor se llenara de sonidos de voces o coches. En el pasado, presente de las princesas de Arendelle, aprovechaba su tercera madrugada alimentando a los caballos.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora