13 La vida del rey

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Dos días se cumplieron. Elsa estaba en un estado constante de nerviosismo desde su altercado con el rey. Curiosamente, sólo con él se relajaba.

Su papá, sin entender si era la causa o no de su evidente malestar le preguntó antes de dormir, cuando terminaba el segundo día, qué le ocurría y si podía ayudarla. Los ojos de Elsa viajaron a la ventana de su cuarto. Nevaba afuera. La pequeña suspiró y miró a su padre con una sonrisa forzada.

—Nada.

El rey insistió.

—Has estado muy distraída estos días, no has querido comer fuera de tu habitación y... —no has dejado de frotar tus manos como yo lo hago; fue incapaz de decir.

Elsa se encogió de hombros y se alzó las sábanas hasta la nariz. El rey la observó por un largo momento antes de suspirar y asentir suavemente.

—Sabes que si algo sientes o te molesta puedes contarme.

La princesa se sentó y lo abrazó, escondiendo la cara en su chaqueta. Aquello sólo preocupó más a su padre, pero sabía que no debía presionarla. Le acarició el cabello y se lo besó con cariño, sobándole la espalda. Desde hace dos días trataba de conectar más con Elsa, sin recriminarle sus fallas, recordarle lo que podría salir más e implantar pensamientos negativos en su cabeza. Desde hace dos días que su interacción era desde la similitud y la experiencia, no desde un hombre asustado y reprimido tratando de reprimir a su hija.

—¿Me dirás después qué es lo que te pasa? —le preguntó en voz baja. Elsa no contestó.

Finalmente, la niña se durmió, sus brazos se separaron de su padre. El rey la arrulló, le acarició una última vez el cabello y salió de su cuarto, suspirando de nuevo.

Dos meses desde el accidente. Y no parecía que nada fuera más fácil.

❅❅❅

Agnarr conocía bien la historia que se contaba de su familia entre las paredes del castillo. Historia que sólo podía completar la familia real. Para el pueblo de Arendelle el suceso de la liberación de la magia era poco menos que relevante en sus vidas. El hecho se había dado por personas que habían pretendido poseer poderes que sólo debían corresponder a seres superiores, y para protegerse habían eliminado la plaga. Era una historia común en toda Europa, repetida en varios reinos y países. Lo que no sabían era que sólo en Arendelle se involucraron con los seres equivocados, y que sus reyes con cada primogénito pagaban las consecuencias: Vivir escondidos y con miedo.

Para Agnarr las cosas no habían sido diferentes.

La vida del rey comenzó en primavera. Nació bajo el manto de un padre y una madre amorosos, tranquilos y firmes. Con paciencia los reyes de ese entonces esperaron a que su hijo presentara sus mágicas cualidades, teniéndolo apartado de los demás, al cuidado total de su madre y sin ningún acercamiento o dependencia a ninguna otra persona. Incluso su propio padre se mantenía al margen, sabiendo que por la seguridad de ambos era mejor que el primer momento mágico del niño fuera con quien sabía cómo manejarlo.

Con dos años de edad, el pequeño Agnarr no podía estar cerca de ningún cuerpo de agua sin tirársela sobre la cabeza como lluvia. No le había sido muy complicado alzar los brazos y dirigirla hacia él. Era natural y fácil.

Su madre entonces permitió el acercamiento del padre al niño, sabiendo por experiencia propia que era muy difícil que le hiciera daño a él o a los demás. El agua era ligera, simple e inofensiva. Ella también tenía el poder del agua, aquella habilidad se mantenía en los primeros hijos desde hace cuatro generaciones antes de su Agnarr. Parecía que el fuego y el viento no volverían, habilidades más peligrosas y difíciles de ocultar.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora