29 Azules como apatitas

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Dos noches después de la que había arruinado todo volvía a celebrarse una fiesta. Las puertas de Arendelle estaban abiertas de nuevo y todo el pueblo se encontraba caminando y bailando por el castillo, dentro y fuera, sin importa clase social o edad. En el patio la reina había congelado el suelo y los jóvenes lo utilizaban como pista de patinaje. Dentro, en el gran salón de baile, volvían a presentar a la reina y a su hermana frente a todos. Fueron recibidas con aplausos y gritos de alegría. Empezaban a verle las ventajas a tener a una mujer mágica en su reino y estaban orgullosos de contar además con una heroína tan normal como ellos. En la fiesta ya no había susurros o miradas desagradables, el Duque de Weselton había sido exiliado junto con sus hombres y todas las conexiones con su reino se habían roto para siempre. Tampoco había más engaños ni mentiras. El príncipe Hans fue expulsado, y por órdenes de la princesa fue enviado justamente a su lugar más odiado: Las Islas del Sur. Sus hermanos decidirían que hacer con él. 

Por fin, todo era perfecto.

Aun así, Elsa se sentía tan extraña como en su fiesta de coronación.

Anna estaba en medio de una gran multitud, narrando su aventura junto con Kristoff y Olaf. Cualquier duda que surgiera sobre Elsa la disipaba con amor y seguridad, contagiando su calma y su confianza a los demás. A ratos volvía con Elsa, la abrazaba y se pegaba a ella como una niña, sonriente y sincera. Pero luego volvía a desenvolverse entre la gente, su felicidad iba más allá de tener a su hermana como amiga, también era debido a haber recuperado libertad. Elsa sabía que ella era lo más importante para su hermana, aunque no podía evitar sentirse un poco abandonada cada que dejaba su lado. También llegaba la gente a hablar con ella, y les correspondía todo lo posible, pero su naturaleza introvertida y su falta de contacto con el mundo por trece años le jugaba en contra. Al final, era más divertido bailar en la pista que estar parado a su lado. Unos cuantos le pidieron que los acompañara, ella siguió insistiendo en que no sabía hacerlo, lo cual era verdad. Por suerte eso les bastaba, no había tenido la necesidad de explicar que aun quería mantener la distancia. Soltarse poco a poco. Estar ahí, con ellos, sin guantes y luciendo como más se sentía ella misma era suficiente por hoy. Tomarlos de las manos, abrazarlos y lanzar luz a diestra y siniestra no le placía todavía. Los accidentes pasaban, y por esta noche no quería arriesgarse.

Miró con una sonrisa a Anna enseñándole a bailar a Kristoff. El hombre no dejaba de susurrarle cosas a la princesa, haciéndola reír y sonreír sin parar. Era más agradable que Hans, sin duda. No era deslumbrante a primera vista ni excesivamente correcto. Mostraba muchas más emociones que el príncipe y aportaba más a la conversación que completar frases de Anna. Cuando fue presentado a Elsa incluso se aventuró a bromear sobre que casi lo dejaba sin trabajo. Anna había hecho una cara aterrada, temiendo como lo tomaría la mayor. Elsa le sonrió con vergüenza y se disculpó. Después le agradeció haber ido con Anna, y hasta se hizo la ciega cuando los veía apretarse uno contra el otro, sabiendo exactamente que algo ya había pasado entre los dos pero que Anna aun no quería contarle por vergüenza a su fallido primer amor.

Amor.

Elsa soltó un fuerte suspiro y bebió un sorbo de lo que fuera que le habían llevado los camareros. Lo que fuera que había estado tomando toda la fiesta. No estaba segura de qué era, pero la hacía sentir ligera y un poco más tranquila. Le brindaba exactamente lo que necesitaba. La fiesta y el ruido se volvían más agradables, y aunque no bailara sentía que su cuerpo se mecía al ritmo de la música. Bebió un poco más, admirando con una sonrisa pequeña la diversión de la gente. Estaba feliz de tener las puertas abiertas, triste por todo lo que se perdió en el proceso, las vidas de los que vivieron todo su tiempo encerrados entre cuatro paredes. Aunque quería mantenerse alegre no dejaba de pensar en su padre. Volvía a sentir en el estómago la incomodidad de la ansiedad. Bebió un poco más, con la esperanza de deshacerse de ella.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora