38 No me dejes solo

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La miró dormir durante unos segundos. Detrás de aquel rostro adulto se escondía la pequeña Elsa, quien lloró muchas noches antes de caer dormida por todos los años en que él no estuvo con ella. Esa pequeña estaba descansando al fin, lista para recuperar el tiempo perdido. Se contuvo de acariciarle el cabello, de mirarla más tiempo. Le apretó una última vez la mano antes de salir corriendo.

Tomó su báculo del cuarto de memorias y voló fuera del castillo, pasando a la alegre multitud y al pueblo. Se alejó de todo y de todos. De Pabbie y los trolls, de Anna y su tiempo allí. Voló hasta el centro del bosque aterrizando entre los matorrales. Sacó el portal lleno de luces de colores. Tomó aire lentamente y cerró los ojos.

Tenía un buen presentimiento.

Elsa y Arendelle por fin estaban a salvo. No tuvo el papel que creía en esa historia, pero si su razón de estar ahí eran sólo los recuerdos de una bella amistad le parecía que había valido la pena.

Con una sonrisa triste giró el portal entre los dedos y lo lanzó al frente, listo para irse a casa.

El portal cayó al suelo de la misma forma en que lo hizo trece años atrás, sin ningún remolino de luz ni nada extraordinario, como si se tratara de una pelota cualquiera. Aun no era tiempo de abrirse.

Jack contempló la escena con los labios apretados formando una línea. Dio un par de pasos hasta el portal, se le quedó viendo. 

—¿Por qué? —le preguntó—. ¿qué más quieres que haga? ¿No las viste? ¡Están bien! Ya no hay nada que hacer aquí, no tengo razones para quedarme. Empieza a explicarme que es lo que quieres de una buena vez o me iré a dormir de nuevo hasta despertar en casa.

Sus amenazas claramente no iban dirigidas hacia el portal. No sabe aún quien está narrando su historia. Sin embargo, siguió gritando, seguro de que alguien lo veía, y yo, seguí escuchándolo, luchando contra la culpabilidad.

­—¡Estoy hablando en serio! ¡Me iré a dormir! ¡Cien, doscientos años si es necesario! Si quieres que haga algo más, si necesito hacer algo tienes que empezar a hablarme. Ya he sido invisible mucho tiempo, no voy a aguantar ni un segundo más.

Oh, Jack. Tú ya no eres invisible, y bien lo sabes. El alejarte de quien puede verte no te hará invisible. Eso ha terminado.

—¿Y? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Quién eres? Aunque sea dame una señal.

¿Mi respuesta?

No hay nada que quisiera más que decirle la verdad, explicarle con exactitud lo que quiero que haga, pero no puedo. Mi poder no es controlar, mi poder es narrar. Me encantaría que mis narraciones resonaran en sus oídos, tristemente, así no funciona. Por suerte, he tenido contemplado el enojo de Jack desde antes de enviarlo. Pase lo que pase no lo dejaré solo.

Viento. Ve con él.

Jack sintió la presencia de su amigo a su alrededor, escuchó su canción.

—¡Ahora no! —le dijo con el cabello revoloteando—. ¡Estoy esperando una señal!

Estúpido.

El Viento lo elevó en contra de su voluntad. No hubo movimiento ni queja que impidiera llevarlo hasta la copa de los árboles desde dónde podía verse claramente, a la distancia, el castillo de Arendelle.

Tardó un poco en comprender.

Jack calló y miró a la Luna, quien vela por él a pesar de nunca involucrarse. Soltó un suspiro, entendiendo, aceptándolo.

—¿Aun debo ayudar a Elsa? —preguntó. Su respuesta llegó en silencio. —¿En qué? Ya es libre, contó el secreto. No hay nadie que-

Oh. Claro que sí. Tu sueño te habrá nublado los recuerdos. El invierno eterno habrá distraído a Pabbie. Pero sé que la recuerdas.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora