38. Otra vez

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LUKE

De nuevo aquella sensación de paz llenaba todo mi ser, aquel olor a tabaco, motor y perfumes caros eran la combinación perfecta para sentirme libre y sin pesos sobre mis hombros. Estaba obligado a ser aquel que todo el mundo quería que fuera, pero aquí nadie se preocupaba por nada más que un poco de droga, dinero o sexo.

- Luke, ¿Te queda un piti?

- Claro, toma. - me incorporé un poco del lateral del coche en el que estaba apoyado y saqué la caja de mi bolsillo entregándole uno a Hugo.- ¿Cuándo será tu turno?

- Ni idea, pero me jode muchísimo estos cambios de planes.- bufó.

Volví a dejar mi peso caer sobre el lateral del coche y expulsé todo el humo de mis pulmones por la boca. De repente, como si fuera un terremoto sentí a alguien golpear mi hombro y empujándome de mi posición logrando así que perdiera casi el equilibrio, al mirar al causante una inconfundible risa chillona me relajó y no pude hacer otra cosa más que reírme.

- Te estás convirtiendo en una princesa, Lukey.

- Calla trescomacatorce, suerte que hubiera estado distraído, porque sino creo que la que hubiera acabado casi en el suelo habrías sido tú..- reí y me coloqué como antes, esta vez al lado de mi mejor amiga.- Vaya, no te veo en un día y ya te has teñido.

Mientras sacaba otro cigarro de la cajetilla no pude evitar mirar de arriba a abajo el pelo de Pi, ahora este era rubio dorado con sus tirabuzones del final rubios casi platinos. Le quedaba de miedo, a mi amiga siempre le quedaba bien cualquier cosa y esta vez había acertado a lo grande.

- Sí, me apetecía un cambio, ¿Qué os parece?

- Horrible.- dijimos Hugo y yo al unísono riendo y chocando nuestras manos.

- Sois gilipollas, cada vez me lo demostráis más.- bufó y se cruzó de brazos.

Estábamos rodeados de gente, siempre solíamos estarlo aunque yo solo me centraba en los que consideraba mi familia. Nunca me importó demasiado el resto, aunque de vez en cuando pensaba en si merecería la pena trabar amistad con todos aquellos intentos de ricos, imaginaba alguna escena en la que algo malo me ocurriera y seguramente ni uno de ellos pondría la mano en el fuego por mí. Así que, ¿Por qué hacerlo yo?

Poco a poco el lugar iba llenándose, gente de todos los bandos iba amontonándose en sus respectivos lugares a la espera de la primera pelea. Empecé a oír unos silbidos y palmas en el lado de la banda de Diego Vega, no pude evitar fijar mi vista en ellos, me daban pena por seguir a alguien tan miserable como Diego. Un coche negro deportivo entró en la explanada y aparcó cerca del grupo, aquel coche era el motivo de su entusiasmo.

- Que asco, Luke, no merece la pena que ni les mires.- oí a uno de mi banda decirme, pero no me importó, quería saber quien era el dueño de tal joya oscura con ruedas.

La puerta del conductor se abrió y de ella salió Michael Clifford, la mano derecha de Diego y supuesto mejor amigo de Ally. Aún no podía entender como Ally podía confiar en él, pero no podía decirle con quien juntarse o no, no tenía ese derecho y estaba contra mis principios. Michael empezó a saludar a todo el mundo y a chocar su mano sin borrar aquella asquerosa sonrisa. Volví a fijarme en el coche, entonces para mi asombro la puerta del copiloto que estaba al otro lado se abrió y sentí como en unas milésimas de segundo mi sangre se heló. Su inconfundible pelo asomaba por encima del techo.

No podía ser, no podía ser ella.

Todo el grupo empezó a darla dos besos y algunos incluso se atrevían a abrazarla. Llevaba una sudadera bastante ancha y unos vaqueros ajustados como los de esta mañana. Era ella, estaba aquí y si no hubiera estado apoyado en el coche creo que me hubiera caído al suelo del bajón que sentí.

La Sombra de las Estrellas [Luke Hemmings]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora