Extra * Querido diario: ¡Hoy es mi cumpleaños!

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Morado y verde, un poco de rojo si se veía con detenimiento bajo la luz del sol, casi del tamaño de su pequeña plama; no sabía como Wei Qi se había hecho ese golpe, sin embargo, Nian Zhen quería hacer lo posible porque esa horrible marca desapareciera de su piel.

No le gustaba ver esa mancha justo arriba de esos hermosos lunares que su amigo tenía en la espalda baja.

--A-Qi, ¿dónde te golpeaste?

-Me caí del durazno en el patio de la abuela.

Tenían 10 años, juegueteaban en el riachuelo que venía desde la montaña, el agua bajaba juguetona, critalina y fría desde lo alto.

En vacaciones, Wei Qi siempre venía a buscarlo a su hogar por las tardes, luego de sus clases extraescolares se escapaba por la ventana del salón donde aprendía ingles, japonés o pintura; corría lo que mas podía detras de ese niño al que consideraba su mejor amigo en el mundo.

--Creo que empieza a hacer frío, mejor vamos, no quiero que te enfermes.

--No soy tan debil, recuerda quien se enfermó de varicela primero.

--Y solo te vastó verme un minuto para que tu te contagiaras. Sí algo te pasa inmediatamente me culparan a mí.

Nian Zhen sabía que era cierto, él era visto por padres y profesores como un buen niño, el ejemplo a seguir; mientras que su amigo era considerado la oveja negra, el niño que lo guiaba por el mal camino, si algo hacía mal todos culpaban al pobre de Wei Qi.

--Lo siento.

-¿Por qué te disculpas? Te lo he dicho, no te disculpes si no has hecho nada malo, aun tienes cosas que aprender.

Caminaban por el sendero que algunos animales y ellos mismos habían marcado en la montaña. Nian Zhen jugaba golpeando arbustos con una vara que encontró por ahí.

Su vista bajó y pudo ver los desgastados zapatos del niño de enfrente, bajó mas la vista hasta sus propíos pies.

Ambos nacieron en este lugar, los inviernos era crudos, helados y humedos. Desde que aprendió a caminar siempre había utilizado botas gruesas de cuero forradas con lana por dentro para el invierno. No entendía como Wei Qi soportaba el frío con su calzado.

Ese día le mintió a sus padres diciendo que los zapatos le apretaban, los compraron un mes antes, pero sus padres ni se detuvieron en comprobar esta información, solo tuvo que decirles eso para que le compraran nuevos.

Un par de días después esas botas que no tenían mas de un par de días de uso estaban en los pies de Wei Qi, siempre le daba las cosas que él ya no utilizaba, ropa, zapatos y útiles iban a manos del otro niño.

Años después pasó lo mismo con esa bicicleta rojo carmesí, sus padres la compraron en su último viaje a París, tenía una canasta delante y hasta una campanita. El pedal se cayó y su padre le dijo que le conseguiría una nueva, algo mas apropiado a su edad ya que en un par de meses cumpliría 15 años, ya no necesitaba algo tan infantil.

Convenció a su jardinero de ayudarlo a quitarle la canasta y la campana, sabía que Wei Qi no la aceptaría si esta tenía eso de lo que siempre se burló.

Conducía la bicicleta con esa sonrisa enorme, él mismo reparó el pedal y ahora avanzaba por esas calles estrechas que lo conducían a la casa de su amigo.

En cuanto entró a la propiedad escuchó gemidos ahogados, como cuando quieres gritar pero algo impide que el sonido salga.

Al avanzar un poco se dio cuenta que esos sonidos venían de la garganta de su amigo, quería salir del lugar donde estaba oculto observando y golpear con su bolso de cuero al padre de Wei Qi. Él hombre sujetaba a su propió hijo del cabello mientras que con la otra mano lo golpeaba con ese pedazo de cuerda que le servía de cinturón.

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