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El aire frío de la madrugada llegaba por todos lados, se sentía en el ambiente que el otoño se aproximaba.

Ellos, seguían despiertos, hablando de todo y de nada.

-Yibo... ¿quién te dio los detalles de mi relación con Hai Kuan?

-Gegeeeee, no hables de ese gusano ahora. -Le mostró su adorable carita llana de molestia.

-Mientras mas rápido hables antes terminaras con esto.

-Fue Yi Zhou.

Lo sabía, Yi Zhou solo era el adulto responsable y maduro frente a los pacientes y miembros del hospital donde trabajaba. En el fondo siempre fue ese niño con ansias de hacer travesuras, Yibo y él eran muy parecidos.

-¿Qué le diste a cambio de abrir la boca?

-Borboun.

-¿Borboun?

-El hermano Yi Zhou es muy bueno bebiendo, su resistencia al alcohol es sorprendente, pero un trago de Bourbon hace que suelte la lengua como cualquier borracho común y corriente. Solo tuve que darle un poco para que me dijera todo lo que yo quería saber.

Ahora que sabía esto, debía preguntar otra cosa que llevaba meses persigiendoló.

-Y Zhuo Cheng... ¿qué relación tiene con Hai Kuan?

Siempre estaba la duda por el hecho de haberlo visto esa noche en el departamento de su ex.

-¡Y yo que se!

-Yo se que tienes la respuesta, se buen niño y dile a tu gege lo quiere saber. -Acompañó estas palabras con un suave masaje al amigito de Yibo.

-¡Esta bien, pero no vuelvas a preguntar por ellos!, de acuerdo.

Él solo asintió con la cabeza.

-Zhuo Cheng me dijo que Hai Kuan lleva meses detras de él, pero él no esta interesado y le ha estado dando largas. Yi Zhou me confirmó esto, dice que Hai Kuan jamás se había topado con alguien tan obstinado como Zhuo Cheng. Ambos nos reímos del idiota, luego de jugar con tantas personas por sus caprichos finalmente se encontró con alguién que no cedé ante él, se llama Karma supongo.

Zhan descansó su cabeza sobre el pecho de Yibo. Él decía que era Karma, pero Zhan conocía muy bien a Hai Kuan y sabía que eso era amor.

El Hai Kuan que conocía no era capaz de tolerar un no como respuesta, simplemente perdía el interes despues de la primer negativa de alguien, imposible que perdiera su orgullo por la constante insistencia.

Sonrió al pensar que ese ser solitario, capaz de compararse con el Marques de Sade, fuera capaz de tener esa compañía y ese amor que no pudo encontar en su familia o en alguno de sus amantes.

A pesar de todo lo ocurrido, él no le guardaba rencor a Hai Kuan y deseaba que pudiera disfrutar del amor del mismo modo que ahora él lo hacía con Yibo.

Un matrimonio joven del octavo piso pidió autorización al administrador del edificio para poder sembrar algunas plantas en el techo del lugar; al parecer, había unos grillos jugueteando entre las hojas de la menta que estaba en una enorme maceta.

El grillar contrastaba con el ruido de los automóviles pasando por la calle de enfrente.

-Yibo...

-Dime, gege.

-Hagamos un viaje, vamos fuera del país, no importa cuanto tiempo nos tome ahorrar y reunir el dinero, quiero... -Dudó
 -Quiero ir a Nueva York.

Yibo se incorporó lentamente, giró la cabeza para que Zhan no lo viera, pero él sabía lo que pasaba, Yibo estaba llorando.

-Vamos al puente de Manhattan para...

-Arrojar el pasado.

Yibo por fin lo miro, se giró y lo observó por un tiempo, tenía los ojos rojos llenos de lagrimas.

Él solo asintió.

-¿Desde cuando... -Se le cortó la voz.

-Desde que nos encontramos ese día, el día que caíste de tu motocicleta frente a mí, y... ¿tú?

-Desde que tenía 7 años.

Era un bebé.

Sus ojos se humedecieron de nuevo.

No siguieron hablando, se abrazaron, tan fuerte que parecía querían fusionarse hasta volverse un solo ser, pero para ser sinceros ya lo eran, eran uno.

El viento soplaba y hacía un sonido extraño, como si el pasado le estuviera susurrando desde hace 50 años.

-Wei Qi.

Zhan sonrió.

-A-Zhen.

Y Yibo sonrió.

*

*

Estaba parado sobre el puente de Manhattan, observando el paisaje, observando a Yibo mientras le tomaba una fotografía a un par de turistas que, como ellos querían preservar el momento.

Nueva York era sorprendente, pudieron caminar tomados de las manos sin que nadie les dijera nada.

Al final no arrojaron nada, alguien podría regañarlos por contaminar el mar con basura; en su lugar, se dirigieron a Central Park donde dejaron la copía de Don Quijote que Yibo siempre había tenido con él, lo dejaron en el hueco de un árbol sin que nadie los viera.

Ya no había un diario, el tiempo se lo llevó, pero decidieron dejar el libro que acompañó a Yibo desde que su abuelo murió hasta el día que encontró a Zhan.

Era invierno y el lago estaba congelado.

Patinaron un tiempo, Yibo patinó, Zhan intentó hacerlo.

Al final se mantuvo aferrado con fuerza a su novio, no quería caerse y Yibo le ayudó a mantener el equilibrio.

Todo en su vida tenía ahora un equilibrio.



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