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Estaba emocionado, rebuscaba entre sus pocas prendas algo digno de la noche.

Pero no encontraba nada, no quería volver a pedirle ayuda a Ji Yang. ¿Por qué Yibo lo llevaría a un lugar tan elegante?, él, no tenía ropa para la ocasión, terminó escogiendo una camisa blanca y esos pantalones que Yibo alguna vez le prestó y que él jamás devolvió.

-No creo que a papi le importe si los uso esta noche. -Se giró para ver a Aslan, quien estaba sobre la cama observando todos los movimientos de su dueño.

Terminó de vestirse y se miró una última vez al espejo, quería verse lo mejor posible, le temblaban las piernas tan solo de pensar en pasar una noche romántica con su amor.

Llegó en un taxi al Hotel Hengdian, el restaurante del lugar era de los mejores de toda la ciudad, estaba  nervioso, hace tanto que no visitaba un lugar tan elegante.

Cuando llegó con la hostess y le dio su nombre, la mujer le extendió la llave de una habitación.

-Su cena lo esta esperando arriba señor Li.

¿Arriba?, ¿no iban a cenar en el lugar?, su rostro se enrojeció cuando la mujer le guiñó el ojo, ¡que estaría pensando!

Subió al piso 25, al deslizar la tarjeta las manos empezaron a sudarle, entró lentamente, Yibo ya lo estaba esperando. ¡Tan guapo!, tanto que por un momento se sintió cohibido, creyó que el no se veía tan bien.

Pero sus complejos fueron olvidados cuando su vista cayó en la mesa dentro de la habitación.

Yibo le extendió la mano y el obedientemente la tomó, educadamente le separó la silla para que tomara asiento y él se sentía como de la realeza, como si estuviera con un principe.

Yibo era su príncipe azul.

No le prestó atención a la camida, algo agridulce se deslizaba por su boca, el vino no era fuerte, pero tampoco le dio mucha atención, todo lo que podía ver era ese hombre hermoso y cautivante que tenía enfrente.

Iniciaron hablando de su día, como si estuvieran cenando un sencillo tazón de arroz en su modesto departamento en lugar de la lujosa cena en un suite imperial de uno de los mejores hoteles del país.

Al terminar llegó un mesero con lo que parecía ser el postre, era suave con sabor a chocolate y caramelo.

Luego de despedir al hombre, permanecieron en silencio, algo le decía a Zhan que era hora de iniciar la verdadera conversación.

-Yibo, escucha...

-Yo primero.

Se quedó callado, si el quería comenzar no lo detendría.

-Yo te he jurado y prometido muchas cosas, pero te he mentido en muchas ocasiones.

Eso hizó que un picazón se hiciera presente en su piel.

-No me gustan los niños, no me gustan los animales, no me gusta compartirte con nadie, te mentí cuando decía que tenía pendientes escolares, yo... la verdad es que me retiraba a meditar las cosas, sobre tú y yó... jamás he estado tan cerca de alguien que no sea de mi familia y los sentimeintos que tenía por ti me asustaron... demasiado.

Ya sabía todo esto, pero que Yibo se lo dijera le gustaba mucho, era muy relajador saber que había obtenido la confianza de su novio.

-Sobre mi familia... Jade es dueña de este hotel, de toda la cadena en realidad; maneja todo desde Nueva York, no la siento como mi madre, no se como verla, jamás me dejo decirle mamá o algo parecido, pero... no me importa, en cuanto a Yixing, gege él... el no es un buen hombre, él...

Tomó su mano y lo miró con la expresión mas comprensiva de su repertorió. -Si no quieres decirme eso esta bien.

-Tengó que decirte, él es un... bueno digamos que.... tiene diferentes negocios, ya sabes... se dedica a vender armas, drogas y... ¿tú entiendes verdad?

Claro que entendía. -Ya no digas mas, si, te entiendo.

-Es solo, me averguenza decir de donde vengo, aunque de nada me sirve, todos saben quien es mi padre, al menos en la escuela. Un día golpeé sin querer al hijo de un detective de la policía y cuando su padre empezó a investigarmé dio con Yixing, pero Yixing se puso en contacto inmediatamente con él y le dijo que si quería escalar a un puesto mas alto el estaba dispuesto a servirle en bandeja de plata a un par de hombres que estaban en las listas de los mas buscados, el detective se olvidó inmediatamente de mí y del hecho de que dejé a su pobre hijo con la quijada rota.

Era inimaginable todo lo que estaba escuchando.



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