12 Un castigo para el reino

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—¿Te refieres a que no podrá verte? —la mirada sorprendida de Jack lo delató. —Me sorprendes, Jack Frost. Pareciera que no somos ambos seres escogidos y creados por el hombre de la luna.

—Pero a ti pueden verte.

—Sí. Existimos algunos que no obtenemos nuestro poder de la fe de los niños, nuestro poder viene de un lugar específico en donde podemos existir sin restricciones. Algunos que cumplimos una misión diferente en este mágico mundo. Grande y extenso.

—Jamás oí de ustedes—admitió.

—Normalmente somos leyendas, solamente relevantes en el pueblo más cercano. Y cómo pudiste darte cuenta, no cualquiera puede llegar a nosotros. El rey necesitó un libro antiguo, y Kristoff seguir a las personas correctas.

—Oh.

—Y, contestando a tu pregunta, no tienes de que preocuparte: Kristoff no está aquí ahora. Volverá en la noche. No sé si seguirás aquí para entonces, si es así, y quieres que el niño te vea no te será difícil. Recientemente ha visto mucha magia y no dudará en "Jack Frost" si somos nosotros quienes se lo presentamos.

Aquello enterneció una parte de Jack, la otra lo hizo reír, recordando cuanto le había costado por su propia cuenta que los niños creyeran en él. Recordar el último intento lo obligo a concentrarse en su misión.

—Gracias, Pabbie. en serio. Pero antes de conocer a otro niño quiero ayudar a la que tengo ahora. Vine aquí por Elsa.

—Lo sé.

—La primera vez dijeron que sus poderes eran de nacimiento, no maldición. No le tomé mucha importancia hasta hoy, hasta que lo vi.

Jack por fin entró a la cueva y se sentó frente a la camita de Kristoff. Pabbie se sentó frente a él, sabiendo que aquella sería una larga conversación.

—¿Qué viste?

—El rey, su papá... ¿Tiene poderes también?

Pabbie volvió a suspirar y asintió. Jack lo imitó, procesando que sus sospechas resultaban ciertas. Ambos permanecieron en silencio un par de minutos, esperando a que el muchacho decidiera como seguir.

—¿También es hielo? —Se atrevió a preguntar, recordando cómo había podido contra el poder de Elsa.

El troll lo miró fijamente. Sabía sobre qué trataría la conversación desde un inicio, aun así, no se volvía más fácil decir lo que sabía.

—Agua —contestó y se puso de pie—. Prepararé té, esto será largo.





—Antes de hablar de Agnarr tengo que explicarte porque teme tanto y que reglas está siguiendo.

»Nosotros los trolls llegamos aquí hace más de doscientos años, pero para la historia de un reino tan antiguo como Arendelle, somos seres nuevos. No estuvimos en los orígenes de lo que hoy acompaña a cada primogénito de la familia real. Aquello que hereda a su primer hijo. O hija, en este caso.

Jack asintió, apretando la taza de barro entre sus manos. El olor del té le ayudaba a mantenerse sereno y no apresurarse a preguntar.

—Éramos cinco en un inicio. De los más antiguos soy el único que queda, el único que puede dar testimonio de los hechos. En ninguna otra parte oirás lo que estoy a punto de contarte. Los cinco nos aseguramos de cumplir con nuestra parte perfectamente, y juntos formamos la comunidad que viste antes, necesaria para poder cumplir con lo que ella nos dijo.

»Quien nos recibió fue una mujer. Hermosa, alta, joven, con cabello largo y negro. Ella había hablado con el hombre de la Luna, le pedió guardianes para el reino que estaba por dejar atrás. Nos explicó que había magia en el castillo. Más importante: magia en un mortal. Algo nuevo en este mundo. Resultado de un suceso terrible que había traído dos cosas: a nosotros, y a un bebé con poderes. Nacimos a partir de una tragedia.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora