6 La quería a ella a su lado

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Elsa abrió la boca con la intención de decir algo o emitir algún sonido justo cuando se escucharon tres golpes en la puerta. Como un rayo, Elsa volteó hacia ella. Del mismo modo, Jack voló hasta el techo antes de descubrir si la niña podía o no, verlo.

El muchacho maldijo mentalmente por la inesperada interrupción, que llegaba estando tan cerca de conseguir cumplir con el primer paso que lo llevaría de vuelta a casa; con el mismo primer paso que le daría una nueva oportunidad a una princesa incomprendida. Gracias a aquellos súbitos golpes se había roto el encanto en el que tenía a Elsa, el momento mágico en el que la conexión entre ambos comenzaría, de la que dependía para no terminar siendo sólo un cuento más con el que soñar en las noches. Un decir, una expresión. Un ser no auténtico... Desgraciadamente, no sabía hacer mucho al respecto si acababa de fallar. A lo largo de su historia se había dado cuenta de la maldición con la que cargaba su nombre: ser mencionado y conocido, no lo suficiente para que los demás creyeran en la persona que lo portaba. Le habían costado trecientos años de inmortalidad y el último rayo de esperanza de un niño para que alguien lo viera por fin, eso nunca podría olvidarlo. Su confianza flaqueaba ante esa verdad.

Tratando de mantenerse positivo, o lo suficientemente distraído para no deprimirse con sus propios pensamientos, volvió sus ojos hacia la princesa, esperando por alguna señal que le diera los resultados que tenía o no tenía sobre ella y su cuento.

—Princesa—. Era Gerda—. Sus padres desean verla en la biblioteca para decirle-

—¡Elsa! —Esa era Anna. El picaporte giró con velocidad y la pequeña abrió la puerta dándole un azotón contra la pared. Elsa se puso de pie frente al hielo y le sonrió nerviosa, bloqueando el acontecimiento de los ojos de su hermana.

—¡Princesa! —Regañó Gerda a Anna retrocediendo un paso.

El ama de llaves tenía nuevas reglas que cumplir, una de ellas era darle extrema privacidad a la hija mayor, además de supervisar que todo ser viviente en el castillo respetara la norma. Anna era siempre el mayor obstáculo.

—¡Elsa! —volvió a gritar sin borrar su sonrisa—. ¡Veamos quien llega primero!

Y salió corriendo por el pasillo.

Elsa aprovechó que la criada estaba mirando y gritando a su hermana para saltar de su banco y salir de su habitación antes de que Gerda decidiera echar un vistazo a la ventana o a los papeles que había dejado a lado de ésta. Antes de cerrar la puerta le dio un último vistazo al dibujo en el hielo. Jack no pasó aquello por alto, un efecto había logrado en la princesa. No supo cuál, porque Elsa no supo que expresión dirigirle y cerró tras de sí. La escuchó salir corriendo detrás de Anna para la desgracia de la mujer que trotó tras ellas. El muchacho volvió al suelo.

No podía seguir a las princesas, si existía la mínima posibilidad de que Elsa pudiera verlo, no. Lo que menos necesitaba esa niña era ver "seres invisibles" y que comenzaran a tomarla por loca. Sólo le quedaba esperar por que volviera estar sola. Mientras tanto, lo único que podía hacer era volver al pueblo, encontrar un lugar para dormir o ir a los establos a ver a los caballos.

Fue a dormir a los establos.



Los reyes estaban esperando a sus hijas de pie, frente a la mesa que Anna y Elsa utilizaban para leer y dibujar junto a la ventana. Intercambiaron una última mirada nerviosa cuando escucharon que se acercaban pasos e irguieron sus espaldas dejando salir un suspiro.

Primero llegó Anna, descalza para poder deslizarse en el suelo con el impulso de su carrera. Su madre tuvo que apresurarse a detenerla antes de que chocara contra uno de los libreros y la pequeña, como siempre, sólo rio. Detrás llegó Elsa trotando con Gerda muy cerca, acomodándose el cabello.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora