Capítulo 36

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       Abrió los ojos con el primer rayo de sol que se coló por su ventana. La mañana se presentaba fría y el cielo gris, y una fina niebla deambulaba por las calles como un caminante sin camino. Apenas había podido pegar ojo pensando en ella, pero su sentimiento de deber era más fuerte que el amor que se profesaban.

       Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente templara sus emociones. Por momentos le entraban remordimientos por la decisión que había tomado, pero sabía que era lo correcto. Comprendía a cabales el sufrimiento que Violet soportaría por él, más de lo que ya habían sufrido, y odiaba la idea de que fuera así, aunque sabía que todo aquello no sería nada en comparación con lo que les esperaba si Alemania ganaba la guerra.

       Después de leer las últimas noticias en los periódicos, había empezado a pensar que Adolf Hitler no era más que un lunático ebrio de poder, y estaba seguro de que preferiría la muerte antes que la rendición. El ejército alemán y las SS estaban cometiendo las mayores atrocidades que jamás había imaginado, los prisioneros eran enviados a campos de concentración donde los sometían a las más infames bajezas antes de terminar con sus miserables vidas. Si el partido nazi había sido capaz de acribillar a todos los alemanes judíos que vivían en sus fronteras, qué no haría con aquellos que se opusieron a su régimen. Era ese mismo sentimiento de temor el que le empujaba a las filas, tenía que acabar con aquella pesadilla, debía proteger a Violet y a su familia.

       Cuando llegó hasta la división de reclutamiento, observó que numerosos hombres aguardaban para alistarse, la mayoría en solitario. Imaginó que ninguna de sus esposas y novias quería ser testigo de aquel momento. Pero el sentimiento de desazón aumentó cuando comprobó que la gran mayoría de los aspirantes no superaba los veinte años. Algunos incluso todavía eran imberbes y estaba seguro de que muchos de ellos ni siquiera habrían dado aún su primer beso. Sin embargo, ahí estaban, dispuestos a dar la vida por algo mucho más grande que ellos. Y precisamente por eso, su deber como militar retirado le obligaba a presentarse, no podía permitir que un puñado de jóvenes acabase tiroteado en el campo de batalla solo porque él no tuvo las agallas de hacer su cometido. Eran los hombres como él, con experiencia en las armas y en la vida, quienes debían ocupar esos puestos. Aquellos muchachos no deberían conocer el horror de una guerra a tan temprana edad.

       Por otro lado, él mejor que nadie sabía a lo que se enfrentaría una vez dentro. Sabía que podía morir, que podría no volver a ver nunca a Violet, pero si no hacía algo al respecto y Alemania terminaba por ganar la guerra, no podría volver a mirarse al espejo con orgullo por no haber luchado por los suyos. Violet se merecía una vida plena y feliz, alejada de preocupaciones y sobretodo de las ideas primitivas de los nazis, si él no hacía nada para impedir que eso ocurriera, ¿quién lo haría? Era él quien debía encargarse de protegerla, a ella y a toda su familia, aunque eso significase dejarla atrás. Cuando se trataba de amor, no podía ser egoísta, eso se lo enseñó muy bien su madre. Y estaba seguro de que ella avalaría su decisión, a pesar del dolor.

       Regresó a su casa con la cabeza alta y actitud templada, y sacó el macuto del armario comenzando a guardar algunas prendas para iniciar el viaje. La próxima partida estaba prevista para el día siguiente, pero quería estar preparado por si tuviera que adelantarse. Esperaba tener el tiempo suficiente para despedirse de todos, pero lo que más le atormentaba era no saber a ciencia cierta cómo habían quedado las cosas con Violet. La enfermera se había marchado la noche anterior con lágrimas en los ojos y la rabia acumulada, y aunque sabía que aquella situación era solo culpa suya, no dejaba de preguntarse si su comportamiento llevaría a Violet a tomar la decisión de anular el compromiso. No tenía ninguna duda de lo mucho que la amaba, y no estaba convencido de que si ella le ponía en esa tesitura, siguiera teniendo tan claros sus propósitos. ¿Sería capaz de renunciar a ella por algo tan primitivo como el deber?

Violetas en las Cenizas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora