Capítulo 5

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        Sin apenas darse cuenta, llegó hasta aquel establecimiento que estaba pendiente de inaugurarse, y no pudo evitar asomarse al encontrar la puerta abierta. Pero antes de que pudiera poner un pie en el suelo, una voz a su espalda la sobresaltó.

—¿Puedo ayudarla?

—Discúlpeme, por favor, no era mi intención… —Violet se sentía avergonzada de que la hubiesen pillado husmeando como una cotilla, pero enseguida se olvidó de eso cuando se giró y observó a aquella mujer—. Señora Darrow…

—Señorita Ford, qué alegría volver a verla —respondió ella con una sonrisa, y besando su mejilla.

—Lo mismo digo, no volví a verla después de despedirnos en la estación.

—Lo sé, he estado bastante ocupada con los negocios —dijo, mirando de reojo el local.

—¿Este establecimiento es suyo? Vaya, no tenía ni idea de que fuera usted una mujer de negocios.

—Y no lo soy querida, pero de algo hay que vivir. Estoy intentando terminar la reforma para dentro de un mes aproximadamente, y poder inaugurarlo oficialmente.

—Me han comentado que es todo un misterio la naturaleza del local, nadie sabe qué tipo de negocio tiene usted pensado montar.

—Ni lo sabrán —susurró con una risita—, forma parte de mi estrategia de mercado, cuanta más expectación haya sobre una cosa, mejor recibimiento obtendrá.

       La conversación de las dos mujeres fue de pronto interrumpida por una tercera voz masculina, que procedía de dentro del establecimiento.

—¡Joder! ¡Maldita madera del demonio! —gritó el hombre.

—Discúlpeme querida, creo que reconozco a ese patán malhablado —dijo Helen Darrow, con un gesto de vergüenza en su rostro, gesto que se magnificó cuando el dueño de esas palabras salió a la calle, con el brazo ensangrentado y un paño sucio rodeándolo.

       Violet lo reconoció en cuestión de segundos, y no pudo evitar que un leve rubor acudiera a sus mejillas. Casi por instinto, desplegó el abanico que portaba y ocultó ligeramente su rostro tras él.

—¿Se puede saber qué has hecho? —le reprendió Helen mientras examinaba su brazo.

—Ese maldito arco que quieres poner es imposible, llevo dos días intentando acabarlo y solo consigo lesionarme —se quejó él.

—Señorita Ford, disculpe el vocabulario maleducado de mi hijo.

—No importa —respondió sin apenas levantar la voz, y mirando al suelo.

—Pero bueno ¿qué hace usted aquí? —le preguntó el chico, al percatarse de quién era ella.

—¿Se conocen?

—No, para nada —se apresuró en responder Violet, y por primera vez miró a los ojos a aquel joven, esperando que no contradijese sus palabras. Helen los miró con desconfianza, pero pasó por alto el comentario.

—Permítame que le presente a mi hijo John. Ella es Violet Ford, la hija del señor Graham Ford.

—Un placer, señorita —respondió John, con notable sarcasmo. Pero Violet apenas pudo contestar, ya que se había quedado de piedra. Ese era el chico del aserradero, de quien le habló su hermana, y si era hijo de Helen Darrow, eso significaba…

—Pero eso no puede ser… usted no puede ser hijo de la señora Darrow, ella… —balbuceó.

—¿Se encuentra bien? —Helen la miró con preocupación, y entonces la joven comprendió lo absurdo de su comportamiento.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now