Capítulo 33

2.2K 155 37
                                    

       El vacío inmenso que sentía por dentro se intensificó cuando cruzó el umbral polvoriento de la puerta. Las sábanas sobre los muebles no habían acumulado demasiada suciedad y se consoló pensando que al menos no tendría que estar varios días adecentando la casa, aunque tampoco se hubiera molestado en caso de no ser así. ¿Qué le importaba si tenía un mejor o peor aspecto? Tenía claro que ningún paño conseguiría devolverle la alegría y el brillo que solo Helen podía otorgarle. Nunca podría volver a considerarlo un hogar.

       Dejó caer las maletas sobre el suelo y echó un vistazo a su alrededor. Aquella pequeña casa parecía ahora tan grande y solitaria… Las imágenes de su madre en ella le bombardearon la mente, y volvió a sentir aquel ya conocido escozor en los ojos. Hacía tanto tiempo que se había marchado de allí, creyendo que no volvería jamás, dejando atrás tantos sueños e ilusiones… Y ahora estaba allí de nuevo, había vuelto al origen de todo, pero con el alma rota.

       Arrastró los pies y levantó la sábana de uno de los sofás, y el aire que levantó tras de sí le trajo a la memoria otro de los más bonitos recuerdos que descansaban entre esas paredes; casi podía ver nítidamente el cuerpo desnudo de Violet reposando sobre aquellos cojines. El primer día que le hizo el amor, aquel momento mágico que se había quedado impregnado en su piel, y que ahora le quemaba como si fuera un clavo ardiendo. Había vivido tantas alegrías y tristezas en aquella casa, que verla tan oscura y vacía le estremeció el corazón. Tanto silencio le abrumaba, pero al mismo tiempo era lo único que deseaba escuchar. Nada. Silencio y soledad era lo único que deseaba en aquellos momentos. Silencio para escuchar sus propios pensamientos, y soledad para que nadie lo viera derrumbarse.

       No había reparado en el futuro que tenía por delante ahora que Garrett estaba muerto y su persecución por fin había terminado. Era libre por primera vez en años, pero se sentía más prisionero que nunca. Si se marchaba de Southampton sentiría que estaba traicionando el recuerdo de su madre, y si se quedaba, todos los días se despertaría pensando en porqué él logró sobrevivir y ella no.

       Y después estaba Violet. Se sentía muy pequeño solo con pensar en ella, pero no podía dejar de amarla, ni un ápice. Era la mujer más increíble que había conocido en toda su vida, su corazón le pertenecía exclusivamente a ella, y estaba seguro de que jamás volvería a amar a nadie como la amaba a ella. Pero detrás de sus preciosos ojos azules se escondería siempre la sombra de su descendencia, el origen de sus problemas y los de ella, Charlotte Ford. No podía achacar toda la culpa a la madre de la enfermera, eso lo tenía claro, pero había sido ella quien puso en sobreaviso a Garrett, y por ello ahora él se encontraba solo y abatido, después de haber enterrado a Helen. Charlotte quizás no hubiera disparado la pistola que acabó con la vida de su madre, pero sin duda había cargado el arma. Ni siquiera se había molestado en fingir delante de él que había estado planeando su muerte con Garrett desde hacía meses, y que si no hubiese sido porque Violet resultó herida, estaba convencido de que él y su madre habrían muerto en aquel zulo oculto en los bosques escoceses antes de que Charlotte tuviera que intervenir.

       Cuando vio a la señora Ford apuntar con la mano firme a la frente de Steel, supo que era capaz de cualquier cosa, y que no dudaría en acabar con él. Lo que no comprendía era por qué no lo había hecho. Sabía que si él sobrevivía conocería la verdad, y que tarde o temprano acabaría por confesársela a Violet. ¿Por qué se había arriesgado a delatarse a sí misma? Quizás esperaba que él no dijese nada, o quizás tuviera un perverso plan detrás de todo aquello. ¿Quién le aseguraba que Violet iba a creerlo cuando le dijera que su madre estaba detrás de todo? Ni siquiera él se había esperado aquello. Era una completa locura, pero sabía que debía decir la verdad. No podía permitir que Violet continuara viviendo bajo el mismo techo que esa mujer, como tampoco Graham y su hermana Holly, tal vez ellos también corrieran peligro.

Violetas en las Cenizas ©Where stories live. Discover now